sábado, 20 de octubre de 2012

Entrevista


NARRACIÓN DE UN HECHO HISTÓRICO

Su nombre es Isabel, ella nació en Ardales, mi pueblo, en 1931 año en el que comenzó la segunda república y se elaboró la constitución de ese mismo año. Ella entró a la escuela con siete años de edad en plena guerra civil, a un colegio público, antes no había colegios privados me dice, dicho colegio era un salón de una casa que el ayuntamiento le alquilaba para que el maestro diera sus clases, a veces la maestra era la dueña de la clase y se iba a preparar la comida mientras los niños hacían sus tareas, en estos salones había unos veinte alumnos y tenían pupitres con una especie de vaso que eran los tinteros, utilizados para recargar la tinta con la que luego escribirían. Los colegios no tenían nombre ya que eran las mismas casas y había muchas escuelas por lo que no tenían que andar grandes distancias para ir a estas.
El colegio al que iba Isabel no era mixto, y ningún colegio lo era, además las niñas tenían solo maestras y nunca un maestros, esta persona les enseñaba los principios básicos: escribir, leer, cálculo y aprenderse algún que otro mapa, aunque también a las niñas por la tarde la maestra le enseñaba hacer labores como coser. En la época de la recogida de la aceituna los colegios quedaban medio vacíos ya que muchas familias se encargaban de este oficio y los niños debían de trabajar.  No tenían entusiasmo por los estudios y escaseaban de material, no tenían mochila ni carpeta, por lo que los materiales lo debían de llevar en las manos, una pequeña libreta que costaba dos reales, un lápiz que eran de pésima calidad y se rompía pronto, eran años de mucha miseria, y una goma era todo lo que les pedían. Para aprender utilizaban una cartilla, que estaba la primera, segunda y tercera y cuando terminabas con las cartillas una enciclopedia que era una especie de libro de historia. La tinta para escribir la hacían a mano, rellenaban una botella para después vaciarla en los tinteros. Otra de las peculiaridades de esta enseñanza era el horario que tenían, entraban a las 9 de la mañana y terminaban a las 12 y por las tardes entraban a las 3 y terminaban a las 5, así estuvo Isabel hasta los 12 años que terminó su ciclo educativo. Las niñas se llevaban membrillos para comérselos en clase, pero sin que la maestra las viera porque en clase no se podía comer. A Isabel, lo que más le gustaba era escribir, pero odiaba tener que estudiar.
Si nos desplazamos al aspecto político y religioso este cobraba una gran importancia, la maestra les leía el evangelio cada día y se lo explicaba, además tenían que ir a misa los domingos si no le anotaban falta. A parte de esto, el entrar a clase decían ´´ave maría purísima`` y el resto contestaba ´´sin pecados concebidos`` y al salir de clase cantaban el himno nacional con la mano alzada.
La maestra de Isabel era buena persona y no les hacía castigos físicos, tan solo algunas copias o que debían de salir media hora mas tarde que el resto, esto le hizo ser querida por sus alumnas como así lo expresa una de ellas. Pero también me cuenta que los niños acudían a la escuela asustados, la mayoría llorando por que no querían ver a su maestra una mujer que imponía grandes castigos, encerraba a los niños o incluso les  pegaba. Eso si, los niños que podían ir a la escuela, por que había muchos niños que no tenían ropa o zapatos, entonces las madres no lo mandaban a la escuela. Una de las anécdotas que me cuenta ella es que iban dos chavales por la calle y se dicen  -¿tú quieres que se muera la maestra? El otro le contesta yo si –pues yo también. Diálogo que nos muestra el temor que tenían hacia esta figura. Inclusive algunas veces iban los padres a quejarse por que la maestra le había pegado, esa era la escasa relación que tenían con los padres. Por suerte a Isabel le tocó una buena maestra y aunque no podían expresar su opinión con gran libertad no sufrían dichos castigos.
Para ella la etapa de la escuela fue un tiempo muy bueno que ella vivió ya que mientras estaba en la escuela se alejaba de su familia que tan solo le hacía trabajar en labores de casa, también  aprendió a no ser analfabeta y estaba con amigas que todavía mantienen un trato especial.
Otra de las anécdotas que me cuenta es que en invierno las niñas se llevaban una lata de ascuas de la candela para ponérsela en los pies y así calentarse en la clase donde hacía tanto frio. Una vez llego al pueblo una epidemia de piojos y cuando se detectaba un crio que tenía lo que hacían era llevarlo a una casa destruida, causa de la explosión de una bomba  de la guerra, a quitarle los piojos allí. Eran años muy malos y había mucha miseria, por suerte Isabel con sus 81 años tiene un buen recuerdo de su enseñanza y todavía tiene el placer de contarla.



Entrevista realizada por: Francisco José Duarte Torres                                                  1ºD

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