jueves, 18 de octubre de 2012

Ana Melgar, maestra de vocación.




ANA MELGAR, MAESTRA DE VOCACIÓN.
La protagonista de esta entrevista es Ana Melgar Simón.
Ana nació en Arriate, un pequeño pueblo de la Serranía de Ronda en 1945 en plena posguerra. La situación económica en esta época no era muy buena, ya que acababa de finalizar la Guerra Civil y se estaba reconstruyendo el país bajo el duro régimen franquista. Podremos ver ejemplos de cómo afectó a la educación este cambio y sobre todo en la vida de Ana en el transcurso de esta entrevista. Ella era la segunda de dos hermanos y, como todos los niños, fue a la escuela. Sin embargo, gracias a su esmero y su afán por aprender llegó mucho más lejos de lo que una chica de pueblo en aquella situación podría imaginar.
Ana fue al parvulario hasta los seis años aproximadamente. A los diez empezó a ir al colegio de su pueblo. Estudió el “Ingreso”, una especie de reválida que se hacía para cursar lo que equivaldría al Bachillerato en la actualidad, en el colegio llamado San Antonio. Esta escuela era pública y constaba de dos partes, la parte de arriba, en la que estaban los niños y la parte de abajo, en la que estaban las niñas. En total había unas siete clases entre la parte de los chicos y la de las chicas. Su clase era luminosa, con pupitres de dos personas de madera y con el asiento incorporado, estas mesas tenían un tintero que la maestra llenaba con una tinta que ella misma hacía. La mesa del profesor, en este caso profesora era una gran mesa, también de madera con una silla apreciablemente más cómoda que la de los estudiantes. Detrás de ella, en la pared, había un crucifijo y una foto de Francisco Franco. Aquí hago un paréntesis para resaltar la influencia religiosa y política de la época, como hemos explicado al comienzo de dicha entrevista. También he de resaltar la influencia católica en la vida de los españoles, pues la Iglesia tenía un gran poder en la sociedad y sobre todo en la educación de aquellos tiempos.
Respecto a las edades de las niñas, variaba en unos dos años. Ana iba todos los días a clase andando, su padre despertaba a toda la familia temprano  para que desayunasen y fueran al colegio, este no estaba lejos (medio kilómetro). Ella recuerda especialmente el frío que pasaban en ese trayecto. Como escribió su hermano José Antonio Melgar Simón en una poesía:
“Cuando iba a la escuela
 con un brasero de carbón en una lata
que el herrero había preparado con alambres”
“Cuando los pantalones cortos a pesar del frío”.
Una vez llegado a clase tenían que cantar el Cara al sol y algunas veces rezaban.
La lección la estudiaban de un único libro llamado La Enciclopedia, que contenía matemáticas, lengua y cultura general. A Ana le gustaba especialmente la historia, aunque no pudo conocerla objetivamente por las restricciones políticas que había en esa época. La asignatura que menos le gustaba era la geografía.
Durante el año que estuvo estudiando “ingreso” tenía a una maestra, a la cual debían tratar con respeto y siempre de usted. La figura del maestro en aquella época era muy autoritaria y los castigos que recibían eran severos, aunque al ser chicas no eran físicos, sino que consistían en ponerse de rodillas, irse al rincón o fuera de la clase. Después de sus clases, que eran de 10 de la mañana a 1 de la tarde iba a almorzar y más tarde, de 3 a 5 de la tarde tenía una cita con un profesor particular, amigo del padre de Ana. Ella era la única chica en estas clases y quizá por este hecho el profesor la trataba con más cariño que al resto de los chicos, aunque aún recuerda las sacudidas que le daba del brazo al errar alguna respuesta.
Recuerda algunas excursiones al campo y la ilusión que les hacía cuando el profesor anunciaba que ese día darían un paseo. En las excursiones que realizaban los profesores no seguían ningún control, no las anunciaban antes, cuando estaban en el campo se relajaban y no estaban pendientes de los niños ni tenían ningún tipo de recuento.
Ana también recuerda con especial cariño una caja de lápices de colores que un día le regaló un tío suyo. Para ella, esos colores eran un lujo y cada noche se dedicaba a sacarles punta y dejarlos listos para el día siguiente. También recuerda el gusto que tenía por la lectura, que incluso se aprendía algunos libros de memoria.
Para terminar con esta entrevista en forma de redacción me gustaría señalar que gracias al entusiasmo que tenía Ana por saber, consiguió estudiar una carrera. Su padre no quería que estudiase, pues la mentalidad de aquella época era que las mujeres tenían que estar en casa trabajando. Pero el profesor que le daba clases particulares, amigo de su padre, convenció a este para que la dejase formarse. Su padre accedió, pero no quiso gastarse dinero en ella, por eso Ana tuvo que realizar la carrera de Magisterio por libre, con mucho esfuerzo pero con espléndidos resultados.
Esta entrevista a título personal me ha reforzado la idea de que, si quiero algo, con mucho esfuerzo y ganas puedo conseguirlo. 


                                                                                                           María Carrasco Orozco.

                                                                                                   1º D Educación Primaria, Historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario