jueves, 25 de octubre de 2012

Entrevista a Francisco Santiago Vergara.


ENTREVISTA A FRANCISCO SANTIAGO VERGARA

Francisco Santiago Vergara nació el 18 de enero de 1942 en Pizarra, un pueblo situado a 30 Km. de Málaga. Su familia y él se criaron en el campo en un cortijo en una zona conocida por el nombre “Puerto de Álora” que alinda con el pueblo vecino, Álora. Sus padres se dedicaban a la ganadería y a la agricultura y Francisco, desde los 6 años, trabajaba ayudando a sus padres en estas labores.

Empezó a ir a la escuela a los 18 años ante la necesidad de aprender a leer para poder hacer el Servicio Militar (que era obligatorio realizarlo).
Acudía a la escuela todas las noches desde las 21:00 hasta las 22:00, una hora, y su curso escolar solo duró tres meses. La escuela estaba situada a 3 Km. de su casa, con lo cual para trasladarse iba andando y, a veces, iba en su mula.

El edificio donde daba clases era una pequeña casa rural que recibía el nombre “Escuela El Bombeo” y era pública solo para los varones. Ésta solo tenía una planta y un gran salón-comedor repleto de mesas alargadas y sillas de madera.
Al final del gran salón se encontraba una pizarra con su cajita de tizas para poder utilizarla y un sillón donde se sentaba el maestro o la maestra. Al lado de la pizarra se encontraba una regla de madera de gran longitud colgada por la pared. Además, en la fachada de la escuela había colgado un gran crucifijo ya que la escuela era utilizada también para dar misa.
Por las mañanas acudían al colegio los niños menores de 10 años y por las noches acudían los niños mayores de 17 años.
En el horario de Francisco eran de 10-15 personas y de varias edades (de 17 a 25 años).

Las clases en esta escuela las impartía una maestra, María Pérez Padilla.
Ella era maestra sin título que de pequeña había estudiado con las monjas. Al tener gran amistad con las monjas del pueblo y con el cura, estos decidieron que ella era buena candidata para dar clases en la escuela El Bombeo.
Cuando Francisco comenzó a dar clases la maestra tenía 23 años y estaba prometida.
Los padres de Francisco y la maestra tenían buena relación. Hablaban con la maestra los sábados cuando iban a misa allí a la escuela.

En la escuela, María enseñaba a sus alumnos a leer, escribir y a hacer cuentas básicas como sumas y restas porque las clases duraban como mucho cinco meses. De lo que más se acuerda Francisco es de los dictados constantes que la maestra le obliga a hacer.
Los alumnos tenían que comprar, para ir a las clases, una libreta y lápices. No utilizaban bolígrafos ya que no estaban al alcance de todos por el valor económico que suponía en esos años. Como me dijo Francisco, los bolígrafos eran para los niños ricos. A veces llevaban cada uno tinteros y plumas para poder escribir y Francisco elaboraba su tinta, cogía un tarro pequeño de cristal y le añadía agua, tras esto le echaba unos polvos que compraba en la tienda los cuales eran la sustancia de la tinta y agitaba bien el tarro de cristal.

Antes de comenzar las clases, Francisco y sus compañeros esperaban todas las noches en la puerta de la escuela a que llegase la maestra. No podían entrar antes que ella. Una vez que la maestra entraba, los alumnos iban a sus sillas correspondientes y no se sentaban hasta que la maestra decía: “Comienza la clase”.
En la escuela, como anteriormente he dicho, el cura daba misa y por ello en su interior había una pequeña capilla con unas velas. Al ser de noche las clases de Francisco, las velas no eran suficiente luz para alumbrarlos y entre todos sus compañeros compraron una pequeña luz de butano para sus clases.
La maestra no solía mandarles tareas para hacer en la casa, todo lo hacían en clase pero no podían ir a sus casas hasta que no acabasen lo que la maestra dictaba.

A pesar de que la maestra tenía buena relación con el cura, las monjas y de que en la escuela se realizaban misas, la maestra nunca habló de la religión en las clases. La maestra no les obligaba a rezar y no los castigaba. Se enfadaba mucho con sus alumnos cuando estos no prestaban atención y les alzaba la voz para regañarles. Aunque no tenía influencias religiosas, la maestra era muy estricta con todo lo relacionado a la educación personal. Les enseñaba a muchos los modales que habían de tener ante otra persona.

Por las noches cuando todos llegaban a la escuela y esperaban la llegada de María, se ponían a jugar para distraerse. Los juegos que realizaban eran las típicas luchas entre unos y otro, el juego de las canicas, hacían concursos de pulsos y jugaban a echar el palo. Este último juego se componía de dos jugadores que se sentaban en el suelo con las piernas estiradas uno en frente del otro, tocando los pies del adversario con los propios pies de uno. Entre los dos agarraban un gran palo de madera y cada uno tiraba de él hacia si mismo. Quien fuese capaz de levantar del suelo a su oponente era el ganador.

Una de las cosas que más me ha llamado la atención es esta anécdota que Francisco me contó. Antes de ir a misa los sábados, cualquier vecino que tuviese un mulo iba al pueblo a recoger al cura que se montaba en el mulo. Lo traían hasta la escuela y daba su pequeña misa. Una vez acabada la misa volvían al pueblo a dejar al cura en la iglesia. Los días de lluvia no podían acudir a misa ya que no podían ir a recoger al cura.

Tras esos tres meses en la escuela, tuvo un profesor que iba a su casa. Se acuerda que su nombre es Antonio y que estuvo solo dos semanas en su casa ya que apenas estudió con él.

Cuando fue a hacer el Servicio Militar (La Mili) también estuvo dando clases de escritura y lectura. Estas clases se daban bajo los grandes árboles. Todos tenían folios y lápices y utilizaban la parte donde se posan los platos para apoyar los folios, de esta forma podían escribir mejor.
Aquí terminó de formarse dando también escritura, lectura y cálculo.
Tras acabar el Servicio Militar comenzó un negocio ya que había adquirido conocimientos en la escuela y en la Mili.

Actualmente, la maestra María Pérez Padilla vive en Campanillas, Málaga. Tiene una joyería en la que trabaja con su marido.

La escuela “El Bombeo” estuvo abierta hasta final de la década de los 70 y hoy en día ha sido restaurada como vivienda.

Francisco ahora ya está jubilado y está asistiendo a clases de informática por las mañanas y por las tardes asiste a la escuela de adultos para no olvidar todo lo aprendido.



Realizado por:
 Cynthia Carvajal Macías del curso 1ºD de Educación Primaria.

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