martes, 13 de marzo de 2012

Un día en el colegio




La persona entrevistada se trata de mi abuelo, nació en 1934 durante la guerra civil en un pueblo de Málaga llamado Almogía, y donde reside aún.
Su padre trabajó en varios oficios como agricultor, ganadero y en la construcción. Y su madre fue ama de casa. Tenía tres hermanos y dos hermanas. Los varones residen en Francia, ya que junto con mi abuelo fueron a trabajar allí por pertenecer al bando republicano.
Al preguntarle por su infancia, contestó con tristeza que al ser una familia muy humilde, su infancia la pasó trabajando, salvo un día el cual me relató con gran entusiasmo.
Su madre lo apunto junto a su hermano Diego a la escuela, estaban emocionados por ir. Mi abuelo tenía 7 años y su hermano 6. El colegio se trataba de un salón, había varias banquetas y una pizarra. Al ser una sola sala, la clase era de distintas edades. Solo había un profesor y en la clase había unos 13 niños y niñas.  Estaban sentados por clases sociales, situándose en las primeras banquetas los más adinerados. Mi abuelo y su hermano estuvieron en las últimas.
Me estuvo contando como se les trato, los compañeros de las primeras banquetas no podían relacionarse con ellos por ser humildes, esto ocurría en cualquier sitio del pueblo. Vivían en un lugar según su estatus social. Los más adinerados vivían en la plaza del pueblo, donde se encuentra el ayuntamiento y la iglesia. En cambio los más pobres vivían por la zona del castillo (que está en ruinas). Es la zona más alta del pueblo.
Cuando pregunté a mi abuelo, por su profesor, lo primero que respondió fue que nunca soltó la paleta. Pero nunca pegaba a los ‘’riquillos’’ solo a los obreros. Tenía que hacerlo para obtener beneficio de favores. También me contaba que los mandaban ir a la iglesia a confesar los pecados y que el profesor siempre descalificaba a los republicanos.
Mi abuelo llegó a casa con gran entusiasmo para aprender a leer, pero su padre le había encontrado trabajo, tenía que cuidar a los cerdos de un señor. Por lo que ese fue su único día en el colegio. Me contó que aunque le dio mucha pena tener que dejar de ir, era la única posibilidad que tenían para comer, dependiendo de si algún hermano trabajaba un día podían comprar unos bollos de maíz que eran su alimento.
Mi abuelo me contaba que aunque eran seis algunas veces no podían comprar tantos y entonces lo compartían.
Contó con entusiasmo que encontró trabajo en muchos oficios y siempre tenía alguno para poder llegar dinero a casa. Uno de esos trabajos fue en el cortijo del pueblo, y el dueño le cogió gran cariño a mi abuelo. Cuando terminaba de trabajar lo llevaba a su casa y le enseñaba a leer y escribir. Mi abuelo me contó entusiasmado que aprendió en  una semana y se llevaba los libros a casa para leérselos de nuevo. Pero no pudo comprar ninguno para seguir leyendo. Se los sabía de memoria, incluso ahora recodaba frases.
A pesar de ser una persona con mucha facilidad y gran ilusión por aprender, nunca tuvo la oportunidad.

 Ana Remedios Padilla Leiva, 1º Pedagogía( turno tarde)

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