lunes, 19 de marzo de 2012

HISTORIA DE UNA VIDA



Para este trabajo he elegido entrevistar a mi tía abuela, la cual me ha parecido perfecta pues nació en el año 1947, y fue a una escuela en Pozoblanco (Córdoba) donde sus padres eran maestros, por lo que ella empezó ha asistir a clase desde muy pequeñita.
El colegio estaba en la parte de abajo de su casa, se trataba de una pequeña escuela pública, con tan sólo dos clases y dos profesores, llamada Unitaria número 4. Las clases no tenían calefacción ni aire acondicionado, pero sí eran amplias, en la parte de fuera había unos patios grandes con árboles y flores donde los niños salían al recreo.
Las clases se dividían en niños y niñas, pero constituidas por todas las edades (hasta los 14 años) excepto en algunas asignaturas que era necesario juntarlos. Al ser de diferentes edades los profesores tenían que ponerles tareas de diferentes niveles, y explicarle a cada uno lo que tenía que hacer, debido a la cantidad de alumnos (40 o 50 por clase) se ayudaban entre ellos, los mayores le explicaban ejercicios a los más pequeños.
Era una enseñanza avanzada para la época, los profesores tenían una mentalidad abierta y se esforzaban por estar al día y enseñar cosas de la actualidad.
Había mucho respeto y cariño por parte tanto de los alumnos como de los profesores, eran clases dinámicas y se le daba mucha importancia al afecto y a la participación en clase.
Las asignaturas eran muy parecidas a las de ahora, había matemáticas, lengua, geografía historia, religión... Pero no se estudiaba con un libro para cada una como ahora, sino que había una enciclopedia que abarcaba todas, eso sí, había una para cada nivel. También había clases de costura y manualidades, y se cantaba mucho. Tampoco había bolígrafos sino que había tinteros y secantes (lo que se usaba para limpiar la tinta sobrante del papel)
Los horarios eran de 9 de la mañana a 12 y media y luego era de 3 de la tarde hasta las 5.
Las clases solían comenzar rezando y posteriormente con un dictado o copiado seguido de una clase de matemáticas o lengua, y ya por la tarde se impartían clases de costura o manualidades.
No había comedor, pero debido a los tiempos de guerra que corrían y a la desnutrición de muchos niños los americanos mandaron unas leches en polvo y queso que se repartían a los colegios, se solía dar una vaso de leche a cada alumno por las mañanas y un trozo de queso al medio día.
Hacían muchas excursiones, como por ejemplo a la ermita que se encontraba a las afueras del pueblo e iban a la iglesia a menudo.
Es cierto que había una clara inclinación por la iglesia, pero aun así los profesores eran imparciales a la hora de transmitir conocimientos, no se dejaban influir por los valores represores de la época.
La educación era disciplinaria, pero no se imponían castigos severos ni había ningún daño físico.
Un modelo de enseñanza que se impartían eran los centros de interés el cual era un modelo pedagógico que consiste en centrar los temas de estudio de acuerdo con los intereses de los niños en cada edad.
Algunos libros de lectura que ella recuerda son “Amanecer” de Josefina Bolinaga y Cuentos, Leyendas y narraciones de ediciones Álbarez.
Cómo era un pueblo, todos se conocían y las relaciones entre profesores y padres eran muy buenas y constantes.
Al ser las clases amenas los niños podían expresarse sin dificultad siendo ayudados por los profesores en todo lo que necesitasen.
Su padre y profesor de la escuela fue una persona trabajadora e inconformista que luchó por mejorar el sistema educativo de la época, por lo que le pusieron una calle en el pueblo y quedo pendiente de ponerle su nombre a un colegio

Una anécdota que nuestra entrevistada recuerda con mucho cariño es que cuando era el día del patrona del pueblo, los profesores traían dos dulces tradicionales de allí, llamados Nazos, los cuales sorteaban entre los alumnos. Un día uno de los dulces le tocó a ella, pero su madre volvió a repetir el sorteo alegando que ella podría comprarle otro más tarde y así que lo pudiera disfrutar otro de los niños.

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