domingo, 4 de marzo de 2012

Entrevista a Manuel Santolaya

Familia Santolaya - Mazo













Conocí a Manolo hace unos años, necesitaba un buen dentista y una amiga me lo recomendó; por circunstancias de la vida me he hecho amiga de él y de su mujer. Recuerdo un día que me preguntó por qué me había decidido a estudiar informática y le dije que “era la carrera del futuro”, se me quedó mirando y me contestó: “yo estuve a punto de estudiar informática pero una moneda decidió que estudiara odontología”. Cuando en clase de historia se nos pidió entrevistar a alguien de más de 70 años; primero pensé en mi padre, siempre me cuenta el buen recuerdo que tiene de sus profesores y lo mucho que le enseñaron; pero enseguida me vino a la mente la historia de la moneda de Manolo y aquí estoy escribiendo el cómo lanzar una moneda al aire puede decir el futuro profesional de una persona.Manuel Santolaya Mazo, nació en Calahorra (La Rioja) el 11 de enero de 1938; una de las ciudades más antiguas de España, actualmente centro socioeconómico de la Rioja Baja y la segunda ciudad más importante después de Logroño (la capital) con 23.708 habitantes, su actividad principal es la agricultura de regadío aunque también posee una gran industria conservera y de calzado. Por sus calles se pueden apreciar innumerables monumentos históricos, desde su Catedral (S.XII) hasta el Palacio Episcopal (conjunto de varias construcciones que van desde el S. XVI al XVIII).
En la escuela infantil
           
¿Qué sucedía en 1938 en España?; se libraba la batalla del Ebro, la más mortífera de la guerra civil española, que contribuyó a elevar la moral del ejército nacional; el 1 de abril de 1939 finaliza la guerra y supuso el comienzo de la dictadura franquista hasta el año 1975.

            En este contexto social inicia sus primeros pasos Manuel Santolaya, con ocho hermanos, una madre ama de casa y un padre comerciante, agricultor, productor de vino,… Manuel es llevado a la escuela de párvulos “Marco Fabio Quintiliano” a los 4 o 5 años, en la cual niños y niñas estaban separados tanto en clase como en el patio. El horario era de 8.30 a 13.30 y de 15.30 a 19.00 de lunes a sábado. No permaneció mucho tiempo en dicha escuela pero recuerda las paredes con el mapamundi, mapas de España y fotografías de Franco y de Primo de Rivera. En esa escuela aprendió a leer, escribir y las primeras reglas matemáticas; impartían las clases “dos viejecitos” (un hombre y una mujer) a los que recuerda con mucho cariño.
            Unos años después sus padres lo envían a casa de sus abuelos a Villar del Rio (Soria), debido a un brote de tuberculosis en la escuela; allí pasa por dos escuelas hasta que el cura del pueblo lo elige (Manolo no sabe muy bien por qué) a la edad de 8 años, para ir al seminario de la Universidad Pontificia de Comillas. Allí permanece hasta los 10 años, recuerda de esa etapa: la sotana con la que iba vestido, las clases de griego y latín y la adquisición de las bases de su educación para el futuro.
            A los 10 años vuelve al pueblo que lo vio nacer, y entra en el Instituto “Marco Fabio Quintiliano” después de superar un examen de ingreso (puesto que los estudios realizados en el seminario no estaban homologados), el cual lo coloca directamente en 2º de bachillerato universal. Aquí ya no le dan el material ni la ropa necesaria para asistir a clase, con lo cual son sus padres quienes costean dichos estudios; aunque los libros pasaban de unos hermanos a otros y existía la Biblioteca del Marques (Acción Católica) en la cual podían leer los libros que quisieran. Ahí permanece hasta los 17 años.

Los castigos formaban parte de la educación, me cuenta una anécdota (recuerda el nombre del profesor, y gracias a internet he conseguido una fotografía de él): no recuerda el motivo; pero su profesor de literatura Fernando Poyatos le pega una bofetada,  el tropieza y se da contra la esquina de una mesa, sale corriendo hacia donde estaba su padre para quejarse. Su padre -le da una patada en el culo- y le dice que ahora mismo vaya pedirle perdón al profesor “algo habrás tenido que hacer para que te pegara” y le pida por escrito la justificación que le ha pedido perdón. Cuenta este episodio como algo normal y que se merecía esa bofetada por haber hecho algo incorrecto; aquí veo la gran diferencia con nuestro tiempo, en el que el profesor no es respetado (en algunos casos) ni por los alumnos ni por los padres de los alumnos. Manuel me dice que aunque no conoce mucho el sistema educativo actual, si se da cuenta de la falta de respeto que tienen algunos jóvenes hoy en día; en su época el maestro, estaba muy bien considerado y todo el mundo  le respetaba.
 Ya que estamos con las anécdotas le pido que me cuente alguna más y me dice que lo expulsaron del seminario por ir a bailar a un concurso que había en el pueblo; me quedo extrañada que por ir a bailar te puedan expulsar de un colegio, pero resulta que ellos se escaparon de noche, pensando que nadie se daría cuenta; pero al día siguiente apareció su foto en el periódico local como ganador del segundo premio. Otra vez fue expulsado por escribir una poesía sobre los prostíbulos.

Sus recuerdos de aquella época son de gran cariño hacia sus profesores y de lo mucho que le enseñaron.

            A los 17 años, aprueba la reválida[1], pero se marcha a Palma de Mallorca a la Academia Militar y Civil (quería ser piloto), donde durante 2 años realizó el servicio militar al mismo tiempo que dedicaba 8 horas al estudio; lo cual no le sirvió para mucho pues por un problema en la vista no pudo continuar con los estudios de piloto.

            A los 19 años decide ir a Burdeos (Francia) a visitar unos parientes y allí conoce a unos sobrinos-nietos de Azaña[2], los cuales estaban de lectores de español en los colegios de la zona. Se queda ocho años, en los cuales realiza la carrera de Odontología, además de diversos trabajos. Al hacer el examen de ingreso para la facultad es donde se da cuenta del gran nivel escolar que posee (muy superior a los estudiantes franceses) y también ahí es donde comencé a escribir esta historia: por la nota de su examen de ingreso podría haber elegido cualquier carrera de ciencias –medicina, informática, ingeniero,… como no tenía muy claro lo que quería hacer se presentó en la oficina de información de la universidad y preguntó ¿Qué carrera le daría en 5 o 6 años pocos problemas y mucho dinero?, en la oficina le dijeron que era un pregunta difícil que volviera al día siguiente y se lo dirían. Le contestaron, informática y odontología; sin saber que hacer decidió tirar una moneda al aire: cara, informática; cruz, odontología… y ganó cruz… pero eso forma parte de otra historia.
Elena García Vila. 1º de Pedagogía 2011-2012




[1] Examen después de terminar el bachillerato que te permitía el acceso a la universidad
[2] Manuel Azaña, (1890 – 1940). Político español, presidente de la segunda república (1931-33).


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