martes, 1 de noviembre de 2011

Entrevista. Historia de la escuela.


Pablo García Román, nacido el 23 de Septiembre de 1955, residió en el humilde barrio de mangas verdes (Ciudad Jardín, Málaga).
Hijo de Pepe García, encofrador de profesión y de Amalia Román, ama de casa y atenta al cuidado de sus hijos, en el que Pablo ocupaba la última posición.


   Pablo con 8 meses

Puesto que pertenecían a una clase social media-baja, la vivienda en la que pasó parte de su infancia era algo peculiar. Se trataba de un establo alquilado que su padre reformó convirtiéndolo en vivienda. Las calles carecían de aceras, asfalto o alcantarillado.
Pablo y si familia, vivieron en una España gobernada por Francisco Franco, dictador que utilizó la violencia para imponer sus reglas.
El hecho de que el caudillo se mostrase reacio ante las opiniones e ideas de los demás, tuvo como consecuencias una España que cada vez estaba más aislada política y económicamente con otros países. Todo ello afectó también en aspectos sociales, el país cayó en deuda y los trabajadores pagaron las consecuencias.
En el ámbito escolar, los maestros de la época, impartían las clases de manera muy diferente a la de nuestros días, lo hacían de forma magistral, de modo que el alumno debía escuchar sin podre opinar, de lo contrario era castigado.
Durante su época escolar, Pablo, recuerda muchas anécdotas, unas más agradables que otras pero que hoy las cuenta con una gran sonrisa.
Pablo, al ser el pequeño de la familia y aunque la escuela estaba cerca de su casa, siempre iba acompañado de sus hermanos mayores. Pasó por tres escuelas diferentes y aunque con características similares,  los profesores que le impartieron clase tenían atributos dispares.
Los colegios en los que Pablo estudió no eran mixtos y si públicos, aunque con mucha influencia religiosa (se rezaba diariamente y todos los viernes acudían a misa). Estas escuelas, a diferencia de lo que estamos acostumbrados a ver hoy día, constaban de una única habitación con mesas y sillas (aunque había centros en los que escaseaban), con cavidad para 30 niños aproximadamente, de edades muy variadas, además contaban con un solo profesor.
El material escolar, comprado por los padres, consistía en lo esencial, lápiz, goma, libreta y un único libro, heredado de sus cuatro hermanos. El libro era conocido como la enciclopedia de las 4 reglas, referida a las cuatro asignaturas que se impartían; geografía, historia, lengua y matemáticas, conocida esta última con el mismo nombre (las 4 reglas), ya que la lección se basaba en sumar, restar, multiplicar y dividir.

 Pablo a la dcha. de la imagen con su hermano y la
 enciclopedia de las 4 reglas.

El horario escolar, similar al de algunos centros actuales, era de mañana y tarde. Sin mucha diferencia un día con otro, Pablo y sus compañeros, se dedicaban a escuchar las explicaciones del profesor, sin poder exponer su opinión o idea sobre el tema, para después realizar actividades que el maestro ponía en la pizarra.
Como ya se dijo anteriormente, Pablo estuvo en tres escuelas diferentes, y por tanto con tres profesores distintos. El primer centro en el que estuvo lo hacían llamar por el nombre del profesor, Don Manuel.
Don Manuel era una persona mayor, de cual Pablo guarda buenos recuerdos, y que a diferencia de los maestros de la época, se caracterizaba por ser tranquilo y sereno, aunque también sabía tener “mano dura”. Hacía que los niños pusieran las manos encima de la mesa para golpearla, pero los niños, traviesos y aprovechándose de la bondad del profesor, quitaban la mano para que así fuese el profesor el que se golpeara con la mesa. Le conseguían enfadar tanto, que Don Manuel, al tener
problemas respiratorios, sufría ataques de asma. Había días que olvidaba su medicación y los alumnos corrían hasta su casa en busca de ella.
Otros días en los que el maestro se ausentaba, los alumnos temían la llegada del profesor sustituto. Con éste no gesticulaban palabra, ni hacían alboroto, puesto que las consecuencias eran conocidas por todos. Se trataba de un profesor de edad más temprana que Don Manuel y demasiado severo. Lanzaba bolas de golf a la cabeza a todo aquel que no siguiera sus reglas.
Los viernes era el día preferido por los alumnos, Don Manuel, llevaba a clase un saco de polvo en leche para repartirlo entre los niños. Todos hacían un cucurucho de papel con las hojas de sus libretas para llevarlo hasta sus casas.
Otros días, el maestro elegía a varios niños para llevarlos a comer a su casa. Esto no le suponía ningún gasto económico ya que recibía ayudas para este fin.
Desafortunadamente, no todos los profesores repartían polvo en leche o te llevaban a sus casas a comer... (cuenta Pablo).
Doña Leonor, la segunda profesora de Pablo, era muy estricta e impartía mucha disciplina.
Las características del centro eran similares a la del centro anterior, salvo que la clase carecía de sillas donde los niños pudieran sentarse.
El papel de los padres en ese momento fue fundamental, debieron elaborar a sus hijos unos bancos, adecuándose a la altura de la mesa, ya que no todas eran de igual altura.
La diferencia de unos bancos con otros era notable, no todos los padres poseían la misma destreza para elaborar un asiento, ni todas las familias disponían del mismo nivel económico.
Aunque Pablo y su familia tenían un nivel económico bajo, el banco de Pablo era uno de los más sólidos, puesto que su padre se dedicaba a la carpintería.

Cada día, Pablo, al igual que el resto de sus compañeros, llevaba y traía de casa su silla, por miedo a que no estuviera en clase cuando llegara. Aquellos que no tenían banco, permanecía todo el día de pie.
A diferencia de que unas sillas fuesen más estéticas que otras,  las condiciones higiénicas de esos momentos no son las de ahora. Cada cierto tiempo, todos los niños tenían picaduras de pulgas o chinches en las piernas, llegado ese momento los bancos eran desinfectados en el patio del colegio.
Como contaba unas líneas más arriba, Doña Leonor, una profesora muy severa, utilizaba un palo para pegar en los nudillos a todo aquel que desobedeciera. Cuando no hacían las tareas como la maestra quería, ésta les tiraba la libreta humillándolos ante sus compañeros.
En una ocasión, Pablo me cuenta que le tocó vivir una situación un tanto incómoda; “Un día Dña. Leonor nos mandó una redacción sobre la playa, pero yo no sabía si hablar del agua y de la arena, de lo que hacía allí o hablar de las personas con las que iba… Cuando le entregué la redacción a la profesora y leyó lo que había escrito, me tiró la libreta por los aires, despreciando mi trabajo delante de todos mis compañeros” “En otra ocasión, recuerdo que por no saberme el catecismo, la maestra me puso unas orejas de burro  y me paseo por toda la clase”
Muy diferente a los profesores anteriores era Don Isidro, el 3º profesor que Pablo tuvo.
Don Isidro era una persona que tenía problemas con el alcohol, bebía y fumaba en clase al mismo tiempo que explicaba la lección. En más de una ocasión su esposa mandaba  alguno de los alumnos a comprar el vino para el maestro, con el recado de que estuviera rebajado con agua.
Don Isidro era un hombre serio y disciplinado, y aunque no solía pegar a los niños, si olvidaban algún material, no podían pedir prestado a ningún compañero, debían quedarse cruzados de brazos todo el día o en ocasiones cuidaban de Albertito, su nieto.
Como ocurre en toda sociedad, cuenta Pablo, “existían colegios con más prestigio que otros, como Sanestanislao. Sin embargo, dependiendo del nivel adquisitivo de la familia, eras educado en un colegio con más renombre o con menos, como el que me tocó a mí”.
Pablo, ya un poco más mayor, pasó a la llamada “Escuela de Franco”, instituto de formación profesional.
Este centro a diferencia de los anteriores, no contaba con un único profesor por aula, sino que cada maestro impartía una asignatura, además no eran agresivos a la de hora imponer un castigo.
Como cada mañana, al llegar al patio del colegio, los alumnos se ponían en fila para cantar “Cara al Sol”, y al salir “Prieta  las filas”, vestidos con el uniforme de la escuela, que constaba de una gorra, camisa, pantalón y medias, todo ello  con el emblema de la falange.

Emblema falangista

Pablo, al igual que los demás niños, tuvo que apuntarse en la Falange, además de ser de derechas, o al menos no hacer ver que tenía ideas contrarias, ya que como resultado obtendría suspensos durante todo el curso.
Lo que hoy conocemos como delegado y subdelegado de clase, en esa escuela se les conocía como jefe y subjefe. Estos eran los encargados de mandar los fines de semana al colegio a todos los compañeros que no hacían las tareas, no iban a misa o no rezaban.
El modelo de evaluación que utilizaban entonces no era muy diferente al de hoy. La nota media obtenida de los cursos anteriores, era utilizada para escoger una formación profesional u otra.
Tras dos años en “la Escuela De Franco” Pablo, decidió dejar los estudios, ya que su nota media no fue suficiente para poder formarse como electricista, profesión a la que quiso dedicarse desde pequeño.
La etapa escolar de Pablo duró alrededor de unos 12 años, nunca llegó a agradarle ninguna de las asignaturas que estudió y aunque no era muy buen estudiante, consiguió el certificado de estudios primarios con 20 años, cuando se alistó en la mili.

Su paso por la escuela le sirvió para adquirir conocimientos básicos, útiles para el día a días, como leer, escribir, sumar… Tras dejar “la escuela Franco” trabajó en un bar, fregando platos, lo que llamaban entonces “el fregadín”. De ahí fue a un hotel, Stella Polaris, donde permaneció 20 años, ejerciendo de cocinero, para después abrir su propio restaurante.
Hoy día Pablo vive en Torremolinos, con su esposa y sus cuatro hijas. Sigue ejerciendo la misma profesión.

 Realizado por: Cristina García Gutiérrez
Grupo D

1 comentario:

  1. Yo también estuve en la Escuela Franco (XV promoción) y en mi época se entraba en clase en formación de 3 filas y marcando el paso, era obligatorio asistir a misa los domingos en caso de 3 faltas era considerado faltas graves y la expulsión del centro fulminante. También estaban los Ejercicios Espirituales que eran 3 dias en los solo se rezaba y meditaba, en los recreos no se podía hablar habia que pasear en silencio, en el ultimo día era obligatorio confesar y comulgar y en el mes de Mayo era considerado el mes de María en los que se salía 45 minutos después, que eran dedicado al rezo y canto a María. También tengo que decir que la formación profesional era aceptable y la comida los 3 primeros años buena, después empeoró.

    ResponderEliminar