Cuando
me senté a hablar con él, lo primero que me dijo fue que pusiera su nombre y
apellidos para que todo el mundo supiera de quién es la historia, que no es la
de cualquier Alfonso si no la de Alfonso Rosales Trujillo nacido en 1927, de 85
años. Lo siguiente que noté es que está muy orgulloso de sus orígenes humildes,
ya que me recalcó una y otra vez que su padre era panadero y su madre se
quedaba trabajando en casa. Eran 8 hermanos, cinco hembras y tres varones,
siendo él el más pequeño. Me cuenta que cuando estalló la guerra,
en la panadería de su padre las familias hacían cola desde muy temprano porque éste les daba bollitos de pan calientes para los niños (sin cobrarles ni una “chica”) ya que muchos se habían acostado sin cenar y él no estaba dispuesto a ver niños/as pequeños pasando hambre. En cuanto a sus hermanos y hermanas, me cuenta que ellos se quedaban en la panadería aprendiendo sobre esa profesión y ellas se quedaban en casa con su madre planchando, lavando, haciendo de comer y todas las tareas de casa. Cuando crecieron, una hermana se hizo monja, otra se casó, tres se quedaron solteras y se las llevó a vivir con él, uno de sus hermanos se casó y siguió con la panadería, otro trabajó siempre en un bar y él se hizo sacerdote. Pero antes de todo esto, Alfonso vivió muchas cosas.
en la panadería de su padre las familias hacían cola desde muy temprano porque éste les daba bollitos de pan calientes para los niños (sin cobrarles ni una “chica”) ya que muchos se habían acostado sin cenar y él no estaba dispuesto a ver niños/as pequeños pasando hambre. En cuanto a sus hermanos y hermanas, me cuenta que ellos se quedaban en la panadería aprendiendo sobre esa profesión y ellas se quedaban en casa con su madre planchando, lavando, haciendo de comer y todas las tareas de casa. Cuando crecieron, una hermana se hizo monja, otra se casó, tres se quedaron solteras y se las llevó a vivir con él, uno de sus hermanos se casó y siguió con la panadería, otro trabajó siempre en un bar y él se hizo sacerdote. Pero antes de todo esto, Alfonso vivió muchas cosas.
Realizó
los estudios de párvulo en el colegio La Goleta, luego primaria en Salesianos,
pasó a la Academia de Amor y finalmente al colegio Gaona donde estudió
bachiller. Me cuenta que los materiales eran, una enciclopedia en la que
estaban todas las asignaturas, matemáticas, historia… y un libro de lectura con
el que se ponían en corro e iban leyendo cada uno de los alumnos un párrafo, a
estos libros lo acompañaba una libreta y un lápiz. Los jueves no tenía clase por la tarde y los
sábados tenía que ir por la mañana, el resto de días entraba a las 9:00 y salía
a la 13:00 para ir a casa a comer, luego tenía que volver de 15:00 a 17:00.
Pero no todo era bueno, cuando hacían algo mal en el colegio, a los alumnos los
ponían contra la pared, les pegaban con reglas de madera en las manos, los
dejaban sin recreo y, aunque él no me lo contó, los ponían de rodillas con
garbanzos debajo o en un patio con chinos, con respecto a estos castigos
recuerda con gran claridad e incluso temor a un maestro en particular, Don
Arturo, al que temían todos por su dureza. Pero me dice que también recuerda a
un maestro con gran cariño y admiración, Don Antonio, era todo lo contrario al
maestro anterior, escuchaba a los alumnos, se preocupaba por su situación, por
si se encontraban bien o mal, siempre estaba pendiente, quería a “sus niños” y
sobre todo recuerda que era un hombre que conseguía grandes cosas por su forma
ser, mucho más que el que iba con dureza y que solo provocaba miedo.
Cuando
va a comenzar a contarme cómo entró al seminario y lo que estudiaba, se para un
momento y se hace un pequeño silencio, cuando vuelve a hablar me dice que en el
año 1931 se fue el rey, entró la República y luego hubo un levantamiento
militar tras el cual se instaló Franco. Me cuenta que durante la Guerra, muchos
malagueños se fueron por el camino de Almería huyendo del dictador, pero éste
los detenía por el camino y les decía que volvieran, que no les iba a pasar
nada, aunque por su mirada y su expresión me da a entender que no era así, que
o bien no volvían, o bien sí que tenía consecuencias. Dice que en el colegio,
en ese momento, tenían que ser flechas y montar una banda, además de estudiar y
hacer mucha gimnasia. Posteriormente retoma la historia del seminario, me
cuenta que entró por vocación y que se dedicaba a estudiar latín, retórica,
filosofía y teología, después de unos años comenzó su labor como sacerdote. Me
habla del cardenal Herrera Oria y alaba sus misiones y buenas acciones.
Después
de todo esto, comenzamos a charlar sobre la actualidad, lo primero que me dice
es que los socialistas han hecho muchas
cosas no lícitas contra la iglesia, pero claro es sacerdote. Hablando de la
educación de ahora, dice que se le quita autoridad al maestro y se le da al alumno,
también que los niños que presentan un mal comportamiento con los maestros, es
porque el ejemplo que tienen en casa no es adecuado y en la escuela pagan sus
frustraciones con la figura de autoridad más cercana, el profesor. Me dice que
la ley de educación debería mantenerse estable, no cambiar dependiendo del
gobierno del momento. Pero no se queda ahí, dice que todos los colegios
deberían ser públicos para no dividir a la sociedad, ya que opina que los
colegios privados fomentan la desigualdad social.
Por
último, opina que la educación debería tener un poco de antes, refiriéndose al
respeto hacia el profesor, y un poco de ahora, haciendo referencia a la
libertad para estudiar y forjar tus propios sentimientos y opiniones.
Patricia Jesica Bazalo Jiménez
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