Para
este trabajo he elegido entrevistar a mi tía abuela, la cual me ha
parecido perfecta pues nació en el año 1947, y fue a una escuela en
Pozoblanco (Córdoba) donde sus padres eran maestros, por lo que ella
empezó ha asistir a clase desde muy pequeñita.
El
colegio estaba en la parte de abajo de su casa, se trataba de una
pequeña escuela pública, con tan sólo dos clases y dos profesores,
llamada Unitaria número 4. Las clases no tenían calefacción ni
aire acondicionado, pero sí eran amplias, en la parte de fuera
había unos patios grandes con árboles y flores donde los niños
salían al recreo.
Las
clases se dividían en niños y niñas, pero constituidas por todas
las edades (hasta los 14 años) excepto en algunas asignaturas que
era necesario juntarlos. Al ser de diferentes edades los profesores
tenían que ponerles tareas de diferentes niveles, y explicarle a
cada uno lo que tenía que hacer, debido a la cantidad de alumnos (40
o 50 por clase) se ayudaban entre ellos, los mayores le explicaban
ejercicios a los más pequeños.
Era
una enseñanza avanzada para la época, los profesores tenían una
mentalidad abierta y se esforzaban por estar al día y enseñar cosas
de la actualidad.
Había
mucho respeto y cariño por parte tanto de los alumnos como de los
profesores, eran clases dinámicas y se le daba mucha importancia al
afecto y a la participación en clase.
Las
asignaturas eran muy parecidas a las de ahora, había matemáticas,
lengua, geografía historia, religión... Pero no se estudiaba con un
libro para cada una como ahora, sino que había una enciclopedia que
abarcaba todas, eso sí, había una para cada nivel. También había
clases de costura y manualidades, y se cantaba mucho. Tampoco había
bolígrafos sino que había tinteros y secantes (lo que se usaba para
limpiar la tinta sobrante del papel)
Los
horarios eran de 9 de la mañana a 12 y media y luego era de 3 de la
tarde hasta las 5.
Las
clases solían comenzar rezando y posteriormente con un dictado o
copiado seguido de una clase de matemáticas o lengua, y ya por la
tarde se impartían clases de costura o manualidades.
No
había comedor, pero debido a los tiempos de guerra que corrían y a
la desnutrición de muchos niños los americanos mandaron unas leches
en polvo y queso que se repartían a los colegios, se solía dar una
vaso de leche a cada alumno por las mañanas y un trozo de queso al
medio día.
Hacían
muchas excursiones, como por ejemplo a la ermita que se encontraba a
las afueras del pueblo e iban a la iglesia a menudo.
Es
cierto que había una clara inclinación por la iglesia, pero aun así
los profesores eran imparciales a la hora de transmitir
conocimientos, no se dejaban influir por los valores represores de la
época.
La
educación era disciplinaria, pero no se imponían castigos severos
ni había ningún daño físico.
Un
modelo de enseñanza que se impartían eran los centros de interés
el cual era un modelo pedagógico que
consiste en centrar los temas de estudio de acuerdo con los intereses
de los niños en cada edad.
Algunos
libros de lectura que ella recuerda son “Amanecer” de Josefina
Bolinaga y Cuentos, Leyendas y narraciones de ediciones Álbarez.
Cómo
era un pueblo, todos se conocían y las relaciones entre profesores y
padres eran muy buenas y constantes.
Al
ser las clases amenas los niños podían expresarse sin dificultad
siendo ayudados por los profesores en todo lo que necesitasen.
Su
padre y profesor de la escuela fue una persona trabajadora e
inconformista que luchó por mejorar el sistema educativo de la
época, por lo que le pusieron una calle en el pueblo y quedo
pendiente de ponerle su nombre a un colegio
Una
anécdota que nuestra entrevistada recuerda con mucho cariño es que
cuando era el día del patrona del pueblo, los profesores traían dos
dulces tradicionales de allí, llamados Nazos, los cuales sorteaban
entre los alumnos. Un día uno de los dulces le tocó a ella, pero su
madre volvió a repetir el sorteo alegando que ella podría comprarle
otro más tarde y así que lo pudiera disfrutar otro de los niños.
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