HISTORIAS
DE VIDA
En 1940 en plena posguerra, en un momento económico,
político y social muy duro para España, terminada una guerra civil que dividió
el territorio en dos bandos, con hambre, con miseria y con muchas necesidades,
en un pueblecito muy pequeño llamado Peraleda de San Román, en la provincia de
Cáceres, nació, exactamente el día 8 de junio, Efidencia Redondo Fuentes,
convirtiéndose así en la pequeña de tres hermanos, con los que se llevaba 6 y 8
años.
Esta localidad muy cercana a la serranía de Guadalupe,
contaba en esos días con unos 300 habitantes, dedicados principalmente a la
agricultura y al ganado de vacas, cabras y ovejas, aunque también por ser una
zona muy metida en la sierra contaba con ingresos de los cotos de caza
privados. El pueblo tenía en esos momentos un censo bastante considerable de
niños/as (si lo comparamos con la actualidad, en la que apenas si hay 10 niños/as
empadronados), tenía unas escuelas grandes bien acondicionadas, con dos aulas
separadas por un pasillo muy ancho, en las cuales, en una estaban los chicos y
en la otra las chicas. Casi nunca se juntaban chicos y chicas, solo, algunas
veces que podían coincidir a la entrada o la salida del recreo. Nuestra
protagonista a la que llamaremos Efi, recuerda que tenía 6 años cuando empezó
la escuela, todos los días de 9 a 2 y de 3 a 5, menos los domingos, acudía muy
cerquita de su casa a la escuela del pueblo, iba sola, o con alguna compañera
vecina con la que se encontraba. Cuando entraban a la clase, que era de unas 50
niñas, saludaban al profesor, al que siempre llamaban de usted, y luego rezaban
para comenzar el día. La clase tenía pupitres de madera oscura y una tarima
frente a ellos, alta, donde estaba situada la mesa del profesor/a, un mapa de
España muy grande que ocupaba gran parte de la pared trasera, y que junto al
gran crucifijo era la única decoración de la clase, una clase fría, que apenas
se calentaba con una pequeña estufa de hierro situada muy cerca de la tarima
del docente.
La asistencia a la escuela era hasta los 12 años, aunque
recuerda, que los niños la solían abandonar antes, pues tenían que trabajar en
el campo o con el ganado para ayudar a sus familias. Cuando empezaban la
escuela tenían que llevar un maletín de madera en el que llevaban un solo
libro, La Enciclopedia, el tintero y la
pluma con la que escribían. A modo de asignaturas existían las cuatro reglas que todas tenían que saber:
leer, escribir, cuentas y catecismo. Tenían que tener mucho conocimiento en la
geografía de España, sobre todo en conocer e identificar los ríos, pero no conocían ni que existieran
otros países, y cuando las preguntaban la lección, si se la sabían, las daban
unos puntos que servían para poderse sentar en los pupitres de adelante, pues
las más listas siempre estaban sentadas las primeras y las más tontas siempre
las últimas.
Recuerda que cada año tenían un profesor nuevo, siempre
era hombre, y solían alojarse en alguna de las casas del pueblo donde
alquilaban una habitación, tipo pensión, donde también les hacían la comida y
les lavaban la ropa. Como anécdota, recuerda que un año al inicio del curso
llego una maestra, y todo el pueblo tenía una gran expectación, pero esta,
llego también con su marido y sus hijos, el cual (su marido) se pasaba el día
sentado en la plaza del pueblo, mientras que ella se llevaba a sus hijos a la
escuela, y las niñas más mayores se ocupaban de cuidarlos mientras ella daba
las clases, incluso en el recreo, los daban la papilla y los dormían. Esto se
convirtió en algo habitual, pues recuerda que estos niños que eran muy pequeños
cuando llegaron al pueblo, trataban a alguna de estas niñas como si fueran sus
hermanas, pues la relación que se creó fue muy estrecha, aunque curiosamente
esta profesora fue la única que castigaba pegando con una regla cuando no se
sabían la lección y poniéndolas de cara a la pared con los brazos en cruz y
manteniendo el peso de unos libros en cada mano, hasta entonces nunca
recibieron castigos físicos.
MARI PAZ DE LA LLAVE REDONDO
1º DEL GRADO DE PEDAGOGÍA GRUPO B
2011-2012
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