El entrevistado, Andrés, es un señor nacido en 1928, de modo que actualmente tiene 84 años. Antes de comenzar con la entrevista hay algunos datos que hay que aclarar, ya que Andrés nació en Coín, un pueblo de Málaga, de unos 7000 habitantes aproximadamente y cuando contaba con 7 años su familia se mudó a Ardales una localidad de entre unos 2000 y 3000 habitantes. Por ello se dan unas diferencias considerables en su experiencia educativa, ya que en su pueblo de origen había tres colegios mientras que en el pueblo al que se trasladó, la escuela era la propia casa del maestro.
Durante toda su infancia ha vivio en un entorno rural, donde el principal sustento económico era la agricultura, pero este no era el caso de su familia, su padre trabajaba para la oficina de correos, por lo que no necesitaba que Andrés le ayudara en su trabajo, esto le posibilitó finalizar la enseñanza primaria. Él recuerda que algunos amigos suyos no podían ir a la escuela porque sus padres tenían terrenos y ellos debían contribuir trabajando en el campo.
Andrés estudió en dos colegios distintos y ambos pueden considerarse colegios rurales. En el primer colegio la escolaridad era segregada; había uno para niñas y otro para niños, no solo estaban separados por clases si no que estaban en edificios independientes.
Durante la primera etapa e su escolarización, el colegio había sido construido por el estado específicamente para ser una escuela, y además había otro colegio en el pueblo, también para niños, y uno privado que lo administraba una orden religiosa femenina, este último solo admitía niñas. Pero durante el segundo periodo, en una localidad más pequeña, no había ningún edificio destinado a ser escuela, de modo que las clases se impartían en la casa del maestro, en el caso de los niños, y en la casa de la maestra en el de las niñas.
Con respecto al mobiliario del que disponían se limitaba a una pizarra, una pizarra pequeña que supuestamente debía haber una para cada alumno, pero no era así.
También había ocho pupitres de dos, en los que se sentaban lo alumnos más aventajados. Estos pupitres tenían en cada esquina un tintero de acero. Mientras que el resto de los alumnos se sentaba en una banca larga que había al fondo de la habitación, en donde ni siquiera podían apoyarse para escribir. También había un mapa, la mesa del maestro y dos o tres libros.
El edificio era viejo y cuando llovía el agua calaba dentro de la clase y tenían que tener varios cubos distribuidos por la clase para recoger las goteras. Las paredes estaban llenas de desconches, era muy frio y poco acogedor, el suelo era de piedra y tierra.
Según Anrés, no había ningún medio de evaluación de los conocimientos adquiridos "el maestro enseñaba las cosas, tu te tenías que preocupar de aprenderlo, pero a él le daba igual que aprendieras o no", me respondió cuando le pregunte si hacía exámenes o deberes. Al final me dijo que de vez en cuando el maestro los sacaba a la pizarra a preguntarles, cuando lo hacía si fallaban les pegaba y si acertaban los dejaba volver a su sitio sin más, pero al que no lo sabía no se lo volvía a explicar. El maestro para castigar a sus alumnos les golpeaba con una vara o con lo que encontrase a mano.
No solía recompensar a sus alumnos, pero a veces hacía una competición en la que ponía una batería de sumas y restas, multiplicaciones y divisiones, y al primero que la terminaba le regalaba algo como una libreta o algún libro.
Para todas las asignaturas los niños disponían de una enciclopedia en la que se recogía toda la información que estudiaban. Esta enciclopedia junto con el mapa era el poco material didáctico del que disponían.
La escuela no estaba graduada, todos los alumnos estaban en una única habitación y se les iba enseñado según lo que se supone que a su edad deben aprender, aunque no sepan lo del año anterior, esto significa que había alumnos que salían de la escuela con 12 año, habiendo estado en clase 7 u 8 años y no sabían ni tan siquiera leer.
Con respecto al
horario era partido, es decir, había clase por la mañana y por la tarde.
Durante la mañana los chicos asistían a clase de nueve a doce, y luego por la
tarde volvían de tres a cinco. Las asignaturas que se estudiaba en la escuela
eran cálculo, geografía, ortografía, historia y religión, como asignaturas
básicas, aunque la religión no se estudiaba mucho porque a parte de la escuela
estaba la catequesis que se encargaba específicamente de la formación religiosa
de los niños. La asignatura de educación física no estaba comprendida en el
programa escolar. Materias como la geografía se aprendían con canciones, por
ejemplo había una canción que iba nombrando todos los ríos de España. En la
asignatura de historia los niños estudiaban solo la historia de España: los
Reyes Godos, los Visigodos, los Reyes Católicos, pero no se estudiaba historia
contemporánea ni la historia reciente.
Para impartir la
asignatura de historia no había un profesor específico, sino que el maestro que
enseñaba todas las asignaturas era el mismo que se encargaba de dar las clases
de historia. Este maestro no era de la localidad, sino que venía de fuera del
municipio y mientras que trabajaba en el pueblo se instalaba allí, pero cuando
su contrato terminaba se iba y llegaba otro que hacía lo mismo. La relación que
el padre de Andrés tenía con el maestro era que de vez en cuando le daba un pan
o algún otro alimento porque el sueldo de un maestro era muy pequeño y a veces
ni siquiera cobraba y esto provocaba que llegase (el maestro) incluso a pasar
hambre. De modo que en parte por pena y en parte para que su hijo tuviese un
trato “privilegiado” en la escuela a veces el padre de Andrés le enviaba
comida. Esta era la única relación que había entre padre y profesor, no había
reuniones para hablar de la evolución académica del niño ni nada parecido,
simplemente al padre de Andrés le daba igual lo que éste hiciese en la escuela,
según él mismo “a mi padre le daba igual si iba a la escuela o no, si yo estuve
allí fue porque en mi casa me aburría, pero si no hubiese querido ir me habrían
puesto a trabajar sin más”
Las escuelas de
niños eran diferentes de las escuelas de niñas. Las niñas estudiaban menos
contenidos culturales para poder dedicar tiempo a aprender a coser, a bordar, a
hacer croché, a dibujar… mientras que los niños solo estudiaban materias por lo
que al final de la escolaridad los niños eran más cultos que las niñas y tenían
más conocimientos.
Andrés estudió
en un colegio público y en estos no era habitual la utilización de uniforme.
Cuando Andrés cumplió los 14 años terminó la educación primaria, y fue entonces
cuando dejo de estudiar. Puesto que para seguir estudiando tenía que irse fuera
del hogar y su padre no se lo podía permitir este gasto, de modo que cuando
terminó la educación elemental comenzó a trabajar.
Al preguntarle a
Andrés si piensa que le sirvió de algo la escuela, éste responde sin dudarlo ni
un momento que sí, “de no haber sido por la escuela no hubiese aprendido ni a
leer ni a escribir, y aún más importante, no hubiese aprendido a contar” Esta
respuesta adquiere más lógica si sabemos que Andrés ha trabajado toda su vida
en una tienda de la cual llevaba la contabilidad, y siempre ha sido un
negociante nato.
Como ya se ha expuesto anteriormente al
padre de Andrés la escuela le era totalmente indiferente, y su madre no
intervenía en el tema. El padre de Andrés ni siquiera se interesaba en
comprobar si sus hijos habían aprendido a leer o no, si estaban aprendiendo
algo o simplemente perdían el día en la escuela sin hacer nada.
VALORACIÓN PERSONAL
Al hacer esta
entrevista, muchas de las respuestas que he obtenido ya me las imaginaba, pero
hay algunas otras que ciertamente me han sorprendido. Como por ejemplo el hecho
de que los niños no hacían deporte en el colegio, ya yo siempre había creído
que el deporte era una asignatura obligada. También me ha llamado la atención
que los niños no tuviesen ni exámenes ni deberes para hacer en casa.
Simplemente pensaba que los deberes era algo que existía de toda la vida. Pero
realmente después de haber hablado con Andrés me di cuenta que tenía razón
cuando me decía que ya se pasaban cinco o seis horas en la escuela y es
absurdo, según él, que después de tantas horas en la escuela encima tengas que
seguir estudiando y haciendo tareas en casa. Además la mayoría de los niños tenían
que ayudar en su casa cuando llegaban de la escuela, y no podían dedicar más
tiempo a tareas de la escuela. Con respecto a
los exámenes pensaba que era la forma más utilizada de evaluación y me resultó
sorprendente que el maestro no pusiese exámenes ni se interesase por los
conocimientos adquiridos por los alumnos.
También me ha
llamado la atención que su padre le enviase comida al maestro para que, según
las propias palabras de Andrés: “Así el maestro luego en la clase si me
preguntaba algo y no lo sabía o me atascaba se acercaba a mi pupitre y me lo
repetía” me llamó la atención el hecho de que existiese ese tipo de “soborno”. Me he dado
cuenta de la gran evolucionado que ha sufrido el sistema educativo en España
durante este siglo, tanto a nivel metodológico, como organizativo, incluso como
ha cambiado la concepción que la sociedad tenía de la escuela, que se veía como
algo opcional más que como una necesidad básica de las personas.
En conclusión,
lo que he sacado de esta entrevista ha sido una idea más nítida de como era la
escuela durante el primer tercio del siglo y más concretamente durante la
década de 1930 y poder hacer una comparación critica de ésta con la escuela
actual.
Realizado por: Paula Lería González
Realizado por: Paula Lería González
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