Hoy
entrevistamos a Encarnación Pérez García, una anciana de 79 años nacida en
1932, y le preguntamos sobre su infancia y la educación en esa época. Cuando
ella empezó a estudiar, a los cinco años, la guerra ya había acabado y ya
estaba instaurado el régimen franquista.
A
los cinco años, Encarna entro en la “Miga” ella lo intenta explicar
comparándolo con las actuales guarderías “Eran habitaciones grandes donde
tenias que llevarte una silla y no había pizarra”. A los siete años entro en el
colegio de las Mercedes en calle ollerías, después fue a un colegio en calle
beata, cuyo nombre no se acuerda, que pertenecía a la diputación, y por último
fue al Convento del amor misericordioso en calle mármoles.
Todo
este cambio de colegios viene dado a causa de su hermana pequeña, que al ser
hiperactiva, no aguantaba mucho en un colegio y su madre siempre decía “o las
dos o ninguna”. Todos los colegios eran públicos debido a la falta de dinero en
su familia, cuenta encarna.
Encarna
vivía en calle dos aceras, y se iba al colegio andando con su hermana. Cuando
fueron al convento las metieron internas, ella recuerda como los domingos iban
de visita sus padres y las sacaban a dar un paseo.
En
el colegio de las mercedes, las clases estaban situadas en un pequeño pasillo,
justo al lado del cementerio que en colegio se encuentra, donde están
enterradas las monjas que Vivian allí. El convento era mucho mas grande, había
tres grandes patios y en el primer piso se encontraban todas las clases.
En
los colegios, el de calle beata y el de las mercedes, las clases venían
distribuidas por edades, en el convento no era así, aunque ella asegura que no
había mucha diferencia ya que la gente dejaba pronto los estudios para ponerse
a trabajar. Por supuesto, las clases no eran mixtas, habiendo colegios para
chicos y colegios para chicas.
Las
clases constaban de una maestra y unos cincuenta alumnos por aulas, donde las
clases la solían dar las monjas, aunque ella también tuvo maestras. Cuando le
pregunto sobre sus profesoras, ella me comenta que eran muy duras y no
mostraban simpatía al alumno, los castigos también eran más duros, llegando a
pegarles con una regla si no se portaban bien.
Ella
dice que no sufrió ningun castigo físico, ya que se portaba bien, pero cuenta
como anécdota, el único castigo que sufrió: “cuando estaba en el convento, me
quisieron poner en la cama de mi lado a una niña que era sonámbula, y como yo
era muy asustadiza, le dije que no y me fui corriendo de la habitación. Como
castigo me encerraron en el hueco de la escalera, como yo era muy buena, no
intente salir. A los tres días mi hermana pregunto por mi y las monjas se
acordaron y me sacaron”. Ahora lo cuenta riéndose.
Encarna,
no estudio unas asignaturas concretas, a ella le enseñaban en clase a leer y a
escribir. Para aprender a leer, usaban las cartillas que habían tres
dependiendo del nivel, y para escribir, usaban una pizarrilla y un pizarrín,
parecido a una tiza, y copiaban lo que la profesora iba escribiendo en la
pizarra. Aquí es donde comenzaron los problemas para encarna, ya que ella
padece de miopía y su familia no tenia dinero para comprarle unas gafas.
Todo
esto llevo a que en el convento la profesora la discriminase y no pudo llegar a
aprender mucho. Este tipo de discriminación, no solo la llevo a no poder
aprender a escribir sino tampoco a coser, obligándola a realizar otras tareas
mientras las demás niñas cosían.
También
la enseñaban a rezar, a través del catecismo. Iban todas las semanas a misa y
para asegurarse de ello las profesoras le preguntaban los temas que se trataron
en ella o como iba vestido el sacerdote.
Cuando
iba al colegio de las mercedes, entraba a clase a las 8 de la mañana y salía a
las 12. Por la tarde ayudaba en la casa. Cuando fue al convento, se levantaban
a las 5 de la madrugada para ir al mercado de mayoristas a pedir pescado. Luego
iban a misa antes de empezar las clases. Cuando terminaban se iban a comer, si
había comida ese día, pero siempre rezando antes. Por la tarde había talleres
de costura y otra misa. Sobre las 9 se iban a las habitaciones a dormir.
Viendo
como era un día normal en su vida nadie duda de la influencia religiosa que
había en aquella época. Aunque según ella no había tanta influencia política,
su marido nos dijo que el cantaba todos los días el “cara al sol”.
Hablando
sobre el interés general por la educación en aquella época, dijo que era bajo,
ya que al ser pobres, necesitaban ponerse a trabajar lo antes posible para
poder ganar un sueldo, aunque fuese bajo, para poder comer. Encarna dice que a
ella no le sirvieron de nada sus estudios ya que no aprendió nada debido a su
miopía.
Al
preguntarle si había relación entre sus padres y sus maestras contesta que no
excepto en el convento ya que al ir a visitarlas las monjas si hablaban con sus
padres. Su opinión acerca de los maestros es que eran muy duras y secas, que no
enseñaban nada y que discriminaban demasiado.
Ángel Luis Domínguez Lloret
Primaria 1ºD
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