ANA MELGAR, MAESTRA DE VOCACIÓN.
La
protagonista de esta entrevista es Ana Melgar Simón.
Ana
nació en Arriate, un pequeño pueblo de la Serranía de Ronda en 1945 en plena
posguerra. La situación económica en esta época no era muy buena, ya que
acababa de finalizar la Guerra Civil y se estaba
reconstruyendo el país bajo el duro régimen franquista. Podremos ver ejemplos
de cómo afectó a la educación este cambio y sobre todo en la vida de Ana en el
transcurso de esta entrevista. Ella era la segunda de dos hermanos y, como
todos los niños, fue a la escuela. Sin embargo, gracias a su esmero y su afán
por aprender llegó mucho más lejos de lo que una chica de pueblo en aquella
situación podría imaginar.
Respecto
a las edades de las niñas, variaba en unos dos años. Ana iba todos los días a
clase andando, su padre despertaba a toda la familia temprano para que desayunasen y fueran al colegio, este
no estaba lejos (medio kilómetro). Ella recuerda especialmente el frío que
pasaban en ese trayecto. Como escribió su hermano José Antonio Melgar Simón en una poesía:
“Cuando
iba a la escuela
con un brasero de carbón en una lata
que el herrero había preparado con alambres”
con un brasero de carbón en una lata
que el herrero había preparado con alambres”
“Cuando
los pantalones cortos a pesar del frío”.
Una
vez llegado a clase tenían que cantar el Cara
al sol y algunas veces rezaban.
La
lección la estudiaban de un único libro llamado La Enciclopedia, que contenía matemáticas, lengua y cultura
general. A Ana le gustaba especialmente la historia, aunque no pudo conocerla objetivamente
por las restricciones políticas que había en esa época. La asignatura que menos
le gustaba era la geografía.
Durante
el año que estuvo estudiando “ingreso” tenía a una maestra, a la cual debían
tratar con respeto y siempre de usted. La figura del maestro en aquella época
era muy autoritaria y los castigos que recibían eran severos, aunque al ser
chicas no eran físicos, sino que consistían en ponerse de rodillas, irse al
rincón o fuera de la clase. Después de sus clases, que eran de 10 de la mañana
a 1 de la tarde iba a almorzar y más tarde, de 3 a 5 de la tarde tenía una cita
con un profesor particular, amigo del padre de Ana. Ella era la única chica en
estas clases y quizá por este hecho el profesor la trataba con más cariño que
al resto de los chicos, aunque aún recuerda las sacudidas que le daba del brazo
al errar alguna respuesta.
Recuerda
algunas excursiones al campo y la ilusión que les hacía cuando el profesor
anunciaba que ese día darían un paseo. En las excursiones que realizaban los
profesores no seguían ningún control, no las anunciaban antes, cuando estaban
en el campo se relajaban y no estaban pendientes de los niños ni tenían ningún
tipo de recuento.
Ana
también recuerda con especial cariño una caja de lápices de colores que un día
le regaló un tío suyo. Para ella, esos colores eran un lujo y cada noche se
dedicaba a sacarles punta y dejarlos listos para el día siguiente. También
recuerda el gusto que tenía por la lectura, que incluso se aprendía algunos
libros de memoria.
Para
terminar con esta entrevista en forma de redacción me gustaría señalar que
gracias al entusiasmo que tenía Ana por saber, consiguió estudiar una carrera.
Su padre no quería que estudiase, pues la mentalidad de aquella época era que
las mujeres tenían que estar en casa trabajando. Pero el profesor que le daba
clases particulares, amigo de su padre, convenció a este para que la dejase
formarse. Su padre accedió, pero no quiso gastarse dinero en ella, por eso Ana
tuvo que realizar la carrera de Magisterio por libre, con mucho esfuerzo pero
con espléndidos resultados.
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