NARRACIÓN DE UN HECHO HISTÓRICO
Su nombre es Isabel, ella nació en Ardales, mi pueblo, en
1931 año en el que comenzó la segunda república y se elaboró la constitución de
ese mismo año. Ella entró a la escuela con siete años de edad en plena guerra
civil, a un colegio público, antes no había colegios privados me dice, dicho
colegio era un salón de una casa que el ayuntamiento le alquilaba para que el
maestro diera sus clases, a veces la maestra era la dueña de la clase y se iba
a preparar la comida mientras los niños hacían sus tareas, en estos salones
había unos veinte alumnos y tenían pupitres con una especie de vaso que eran
los tinteros, utilizados para recargar la tinta con la que luego escribirían.
Los colegios no tenían nombre ya que eran las mismas casas y había muchas
escuelas por lo que no tenían que andar grandes distancias para ir a estas.
El colegio al que iba Isabel no era mixto, y ningún colegio
lo era, además las niñas tenían solo maestras y nunca un maestros, esta persona
les enseñaba los principios básicos: escribir, leer, cálculo y aprenderse algún
que otro mapa, aunque también a las niñas por la tarde la maestra le enseñaba
hacer labores como coser. En la época de la recogida de la aceituna los
colegios quedaban medio vacíos ya que muchas familias se encargaban de este
oficio y los niños debían de trabajar. No
tenían entusiasmo por los estudios y escaseaban de material, no tenían mochila
ni carpeta, por lo que los materiales lo debían de llevar en las manos, una
pequeña libreta que costaba dos reales, un lápiz que eran de pésima calidad y
se rompía pronto, eran años de mucha miseria, y una goma era todo lo que les
pedían. Para aprender utilizaban una cartilla, que estaba la primera, segunda y
tercera y cuando terminabas con las cartillas una enciclopedia que era una
especie de libro de historia. La tinta para escribir la hacían a mano,
rellenaban una botella para después vaciarla en los tinteros. Otra de las
peculiaridades de esta enseñanza era el horario que tenían, entraban a las 9 de
la mañana y terminaban a las 12 y por las tardes entraban a las 3 y terminaban
a las 5, así estuvo Isabel hasta los 12 años que terminó su ciclo educativo.
Las niñas se llevaban membrillos para comérselos en clase, pero sin que la
maestra las viera porque en clase no se podía comer. A Isabel, lo que más le
gustaba era escribir, pero odiaba tener que estudiar.
Si nos desplazamos al aspecto político y religioso este
cobraba una gran importancia, la maestra les leía el evangelio cada día y se lo
explicaba, además tenían que ir a misa los domingos si no le anotaban falta. A
parte de esto, el entrar a clase decían ´´ave maría purísima`` y el resto
contestaba ´´sin pecados concebidos`` y al salir de clase cantaban el himno
nacional con la mano alzada.
La maestra de Isabel era buena persona y no les hacía
castigos físicos, tan solo algunas copias o que debían de salir media hora mas
tarde que el resto, esto le hizo ser querida por sus alumnas como así lo
expresa una de ellas. Pero también me cuenta que los niños acudían a la escuela
asustados, la mayoría llorando por que no querían ver a su maestra una mujer
que imponía grandes castigos, encerraba a los niños o incluso les pegaba. Eso si, los niños que podían ir a la
escuela, por que había muchos niños que no tenían ropa o zapatos, entonces las
madres no lo mandaban a la escuela. Una de las anécdotas que me cuenta ella es
que iban dos chavales por la calle y se dicen
-¿tú quieres que se muera la maestra? El otro le contesta yo si –pues yo
también. Diálogo que nos muestra el temor que tenían hacia esta figura.
Inclusive algunas veces iban los padres a quejarse por que la maestra le había
pegado, esa era la escasa relación que tenían con los padres. Por suerte a
Isabel le tocó una buena maestra y aunque no podían expresar su opinión con
gran libertad no sufrían dichos castigos.
Para ella la etapa de la escuela fue un tiempo muy bueno que
ella vivió ya que mientras estaba en la escuela se alejaba de su familia que
tan solo le hacía trabajar en labores de casa, también aprendió a no ser analfabeta y estaba con
amigas que todavía mantienen un trato especial.
Otra de las anécdotas que me cuenta es que en invierno las
niñas se llevaban una lata de ascuas de la candela para ponérsela en los pies y
así calentarse en la clase donde hacía tanto frio. Una vez llego al pueblo una
epidemia de piojos y cuando se detectaba un crio que tenía lo que hacían era
llevarlo a una casa destruida, causa de la explosión de una bomba de la guerra, a quitarle los piojos allí. Eran
años muy malos y había mucha miseria, por suerte Isabel con sus 81 años tiene
un buen recuerdo de su enseñanza y todavía tiene el placer de contarla.
Entrevista realizada por: Francisco José Duarte Torres 1ºD
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