La
protagonista de esta historia es Ana García Martín, conocida popularmente como
“Anita García”. Anita nació el 7 de
Agosto de 1945 en Fuengirola (Málaga) en el seno de una familia humilde
dedicada mayormente a la pesca. Ella era la segunda de entre cuatro hermanas.
Cuando Anita cumplió los seis años, su padre murió por graves
problemas de salud y su madre, con solo 28 años, se quedo a cargo de cuatro
niñas. La más pequeña tan solo tenía cuarenta días y la más mayor ocho años. En
estos momentos tan duros, su familia se vio sin nada. Según ella me cuenta, el gobierno les quitó
las pagas a las viudas a pesar de que su padre había trabado asegurado.
En esta
misma etapa de su vida, Anita ingresó en el colegio Hijas de la caridad, una
congregación de San Vicente de Paul. Era un colegio público y solo de niñas, estaba tan solo a
unos metros de su casa por lo que podía ir andando. A ella le encantaba su
colegio, era grande y recuerda las aulas con mucha claridad. En su clase eran unas cuarenta, con edades de
entre ocho y diez años. Según ella dice, en el colegio había mucha división
entre niñas “ricas” y “pobres”. Aunque en su clase había una mezcla entre ambos
estatus sociales, siempre existía cierto favoritismo por las “ricas” y las “pobre”,
entre las que ella se encontraba, eran más desfavorecidas. Este favoritismo se
hacía presente en clase cuando las “ricas” se sentaban delante y las “pobres”
detrás, entre otros ejemplos. A pesar de
ello, Anita recordará y agradecerá siempre a Elena, una niña “rica” que le dejaba
los libros para que pudiese estudiar.
Durante su
etapa en el colegio, su tutora fue Sor Mercedes. Ella le enseño mucho y fue muy
dura. Anita recuerda que Sor Mercedes era de Ávila y que no soportaba el acento
andaluz, su objetivo era que hablaran un buen castellano pero a base de
“palos”. Entraban a las nueve y lo
primero que hacían al entrar al colegio era cantar “Cara al sol” en el patio,
luego entraban al aula y rezaban un Padre Nuestro. De nueve a doce de la mañana
se dedicaban a estudiar todo en general y leían mucho para corregir el acento.
Utilizaban el lápiz, la goma, el tintero y una pluma cuya tinta la preparaba
Sor Mercedes. Tras finalizar las clases las niñas “pobres” se dedicaban a
limpiar el colegio a cambio de un plato de comida, un trocito de pan y una
naranja. Tenían comedor al que solo asistían las niñas “pobres” y por la tarde,
de tres a cinco, se dedicaban a las actividades extraescolares.
A Anita le
encanta leer las biografías de los escritores y el arte, tenía muchas ganas de
estudiar pero como ella dice, pocos libros. Siempre aprovechaba el momento de
limpiar las clases para coger algún que otro libro y leer. En el colegio no se pronunciaba
la palabra política, lo único que ella sabía era que el general Franco era una
buena persona y que había ganado la Guerra Civil, donde a los malos se le
llamaban “Rojos”.
Ana era una
chica rebelde para la edad que tenia, era muy curiosa y le encantaba preguntar,
por ello se llevo muchos golpes. Recuerda un día en el comedor en el que le
toco fregar los platos y vio como del comedor de las mojas salían grandes
platos de carne y pescado (que a ella nunca le ponían), ella pregunto y por ello
fue castigada con los brazos en cruz y arrodillada durante una hora. La madre
de Anita, Salvadora, lo paso muy mal porque Sor Mercedes la amenazaba
constantemente diciéndole que si su hija no dejaba de ser tan rebelde la
llevaría a un colegio de huérfanos.
La
obediencia del alumno al profesor era constante, por cualquier cosa había que
pedir permiso. Anita recordará siempre esta pregunta: “Sor Mercedes, ¿da usted
su permiso?”.
Finalmente,
con trece años, Ana acabo la escuela gracias al gran esfuerzo de su madre. Se
saco el certificado de estudios primarios en Málaga y tras ello, no tuvo ni mas oportunidad ni más
dinero para estudiar por lo que se dedicó a trabajar en un taller de artesanía
para poder ayudar en la economía de casa.
Con sus
sesenta y siete años, Anita a pesar de haber tenido una vida complicada,
agradecerá siempre a Sor Mercedes el haberle enseñado el saber estar y toda la
cultura que aprendió. Se sentirá siempre afortunada por haber ido al colegio y
porque a pesar de vivir momentos muy duros, siempre fue feliz.
María Peña Rodríguez,1º D, Educación Primaria
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