lunes, 25 de abril de 2011

La Escuela De La Post-Guerra


Acabada la Guerra Civil Española (1936-1939), España estaba sumida en la más mísera pobreza y, el malestar social junto a la fuerte represión, era constante durante todo el periodo del Franquismo.

Muchos españoles por ejemplo, tras esta cruenta guerra fratricida, fueron obligados a entregar todo el dinero republicano que habían ganado honradamente, con mucho esfuerzo y sudor, y esto, supuso entregar los ahorros de toda una vida a cambio de nada
El relato que voy a contarle sucede en la España de la postguerra, hacia el 1944. En esta época dominaba la dictadura de Francisco Franco Bahamonde.
 Mi abuelo Joaquín Díaz Fernández nació y vive en Almuñécar (Granada) un pueblo de la costa granadina, en cuyas sierras se libraron muchas disputas durante la guerra.
Mi abuelo en aquel entonces fue un afortunado ya que en aquella época  no estudiaba mucha gente. Decir que en su familia eran 4 hermanos en aquella época siendo él, el mayor   y que la última en nacer fue su hermana Blanca cuando tenía ya 19 años.
Más o menos vamos hacer un repaso de su vida académica y a contar algunas de las anécdotas y características de la escuela que él vivió.
Él empezó a estudiar con unos 6 años en la escuela pública de Almuñécar, siendo esta la única que había en todo el municipio. Cuenta que había 6 niveles llamados de la siguiente forma; 1ª Cartilla, 2ª Cartilla, 3ª Cartilla, Libro 1, Libro 2, Libro 3.
En la escuela había unos 40 niños por clase, con un solo maestro para estos. Todos los niveles estaban mezclados. Los niños correspondientes a los primeros niveles Cartilla 1,2,3 se situaban al final de la clase sentados en mesas y los mayores o de mejor nivel se situaban en las primeras filas sentados en pupitres.
Todos los días en cuanto entraban a clase tenía que rezar. El profesor si situaba en una tarima para dar la clase, pero se acercaba a los niños cada vez que estos precisaban de su ayuda.
Su profesor se llamaba Don Miguel, era una persona muy bromista que siempre estaba contando chiste y cachondeándose de los niños.
En aquellos tiempos cuando tenías un mal comportamiento los profesores solía darte un tortazo en el culo, con la regla en la mano; pero Don Miguel no te daba con nada de esto, él tenía un trozo de correa de cuero y era con esta con la que le daba a los niños.
Según mi abuelo él siempre se comportaba muy bien, pero un día el profesor le regaño y le dijo que pusiera la mano. Él con todo el miedo, la puso y Don Miguel tomó impulso para darle con la correa pero cuando mi abuelo cerró los ojos el maestro amago y no le dio.
Seguidamente soltaba carcajadas de ver la cara que se le quedaba a los niños cuando iban a recibir el correazo. La verdad es que según cuenta mi abuelo este maestro era muy bueno y no solía pegar a los niños muy asiduamente.
Cuando terminó la 3ª Cartilla el padre de mi abuelo, mi bisabuelo le dijo que tenía que empezar a trabajar en el negocio familiar; que era una panadería.
Con nueve años se puso a trabajar por la noche y por la mañana. Con el sueldo que le daba el padre continuó yendo a la escuela privada, a la que asistía por la tarde. El tiempo que iba a esta ya era menor siendo 2 o 3 horas diarias.
En la escuela privada asistía el solo y continuaba con el Libro 1,2,3 y posteriormente le preparaban para las pruebas de acceso a bachiller. Cuenta mi abuelo que las clases le costaban 1 peseta al mes.
Había un gran cambio de asistir a la escuela pública a la escuela privada ya que en la escuela privada le trataba n con más cariño, era menos rigurosa y jamás pegaban a nadie.
Según cuenta fue un gran estudiante, pero justo cuando le dieron una plaza en el bachiller en Granada, su padre le dijo que no podía irse a estudiar fuera ya que tenía que trabajar y además no merecía la pena estudiar. Su padre le decía que si es que él quería ser un chupatintas (refiriéndose a las personas que estudiaban), que esos no ganaban casi nada que se quedara en el negocio familiar que con suerte iba a ganar mucho más.
Mi abuelo no discutió ni replicó por el enorme respeto que le tenía a su padre, pero él cuenta que se quedó con todas las ganas de seguir estudiando.
Como anécdota, cuenta que en el tiempo en que estuvo en la escuela pública, su maestro Don Miguel le mandaba a él y a su amigo durante el recreo a coger higos a una higuera que había en el huerto del colegio.
Mientras que iban cogiendo higos, alguno que otro se comían. El maestro muy astuto les decía continuamente; ¡Cantad niños, cantad! para que estos no comiesen ningún higo. Normalmente mi abuelo era el que se subía en la higuera a coger los higos más altos, cuando su amigo había cogido ya todos los de abajo el maestro se llevó todos los higos que había recogido. Mientras que mi abuelo cogía los últimos su amigo se dedicaba a decirle que le echara uno para comérselo, tantas veces se lo dijo que mi abuelo le tiro con un higo muy maduro en la cabeza y se lo espachurró en la cara.


Antonio Fº Diaz Prados

1 comentario:

  1. Jajaja, lo de los higos es genial, Antonio. La picaresca de la época...
    Los regletazos en el culo me han reecordado a un profesor que yo tuve, allá en los años 70, que zurraba al que se portaba mal con la regla en el trasero a ritmo de una canción. Más que doloroso, era bastante humillante.
    Enhorabuena por el relato.

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