sábado, 30 de abril de 2011

Narración de un hecho histórico por Mª José Gómez

El relato data del año 1946, España estaba gobernada por el General Francisco Franco, había muy poca comida ya que estaban saliendo de los estragos que la Guerra Civil Española y la II Guerra Mundial habían ocasionado.

La legislación vigente en Educación era la Ley de Instrucción Pública de nueve de septiembre de 1.857, conocida como Ley Moyano (Ministro de Fomento) y fue firmada por la Reina Isabel II. Fue la primera Ley General de Educación, aclaró todo el desorden legislativo escolar que venía dándose en los últimos cincuenta años.

Mi madre empezó a ir al colegio con 6 años hasta los 14 años, sus recuerdos remontan a los 12 años, ella iba a un colegio que había en el barrio de la Trinidad, se llamaba La Barrera y solo asistían niñas.

El horario era por la mañana de 9:30h. a 12:30h. y por la tarde de 15:00h. a 17:00h. Tenían que ir al colegio con un babero blanco, hasta los profesores tenían que ir con baberos, los profesores baberos grises y las maestras baberos blancos.

Formaban filas para entrar en clase y antes de entrar cantaban el “Cara al Sol” en el patio del Colegio y luego una vez dentro rezaban el “Ave María”. No tenían libros para dar las clases, la profesora escribía en la pizarra la materia a dar y estudiaban las lecciones cantando. Años más tardes utilizarían un único libro llamado la Enciclopedia Prácticas Escolar en el que estaban incluidas todas las materias.

A las 12:00h. de la mañana rezaban el Angelus y por la tarde rezaba el Rosario mientras se daban clase de labores prácticas.

Cuenta mi madre que tenía una compañera que estaba enferma del corazón y no podía asistir a clase, entonces ella después de clase iba a su casa y le enseñaba a leer y escribir y su profesora le dijo que ese acto según la religión era una “indulgencia plenaria”.

Otra anécdota que me cuenta mi madre es cuando hizo su  1ª Comunión, la hacían con 7 años e iban vestidas con el babero blanco del Colegio, salían en fila todas las niñas hacia la Iglesia, hacían la Comunión y luego regresaban al Colegio y allí les daban chocolate y galletas. Ella hizo la Comunión tres años seguidos para poder tomarse el chocolate y las galletas que después daban, hasta que la profesora se dio cuenta y no la dejó hacerlo más.

viernes, 29 de abril de 2011

Narración de hecho histórico

Mi abuela materna se llama Francisca, aunque todo el mundo la conoce por Paca Moreno nació el 30-7-1935 era la menor de 8 hermanos entre la mayor y la menor había una diferencia de 20 años, su madre era de Yunquera y su padre era de Bonares (Huelva) se dedicaba a hacer carbón.
Todos sus hermanos sabían leer y escribir. Los hermanos ayudaban a su padre y las hermanas estaban trabajando en una fábrica que había de calcetines y medías en el pueblo.
Los hijos de los dueños de la fábrica hoy en día, tienen la fábrica de Confección Textil de Mayoral.
Mi abuela fue creciendo con la guerra y la posguerra. Su madre era mayor y necesitaba que le ayudaran en la casa. Así fue pasando los años y fue la única de todos sus hermanos que nunca aprendió a leer ni a escribir.
De mayor pudo aprender pero siempre le ha dado vergüenza.
María Auxiliadora De La Torre

jueves, 28 de abril de 2011

La historia de una niña en la guerra

Gracias a la colaboración y participación de Dolores Gonzales he podido conocer una anécdota en la escuela de hace casi 80 años. Una anécdota contada con un gran cúmulo de sentimientos.  Aunque no he podido ponerme en el lugar de esta mujer, ya que,  para saber algo así hay que vivirlo, si puedo decir que sus palabras han llegado y trasmitido muchísimo, ya que, no se trataba de palabras vacías en el aire sino de palabras que arrastraba un pasado lleno de dolor, pobreza y en muchos momentos desesperanza.

Puedo alzar mi imaginación y ver a una pequeña niña de tan solo 10 años de edad, miembro de una familia de 8 personas( 6 hermanos, padre y madre ) en una España sufrida por la evidente  guerra civil que estaba sufriendo( 1936-1939), por las constantes revoluciones, crisis y por las  contraofensivas republicanas( la república).

Puedo imaginar una niña con mucho dolor al sufrir la perdida de uno de sus hermanos con tan solo 3 meses de edad y la perdida de una madre tras finalizar la guerra. Una niña sufrida y triste por las posibles necesidades que pudiera sufrir, aunque gracias al duro y constante trabajo de su padre nunca falto de comer  en su casa, peor eso sí, falto algo mucho mas importante una madre y uno de sus hermanos.

Pero a pesar de esta dura y triste historia familia, esta mujer, Dolores, tienen buenos recuerdos de la escuela, no recuerda ningún profesor que la tratara mal,  solo recuerda que al castigar a los niños los ponían de rodillas, pero ella nunca sufrió ningún castigo, ni tampoco llegó a ver ningún tipo de agresión por parte de los profesores a los alumnos. (También decir que ella se quitó con tan solo 10 u 11 años, al morir su madre tras la guerra).

Dolores pudo disfrutar de una profesora con muy  buen corazón  y que aun ella recuerda con gran estima. Esta profesora se llamaba Doña Victoria y fue su primera profesora. Doña Victoria  pudo discernir la posible pobreza de esta niña y de alguna manera cayó en gracia ante sus profesora, ya que, cada día o regularmente Doña Victoria, no se sabe por qué lo hacía, se encargaba personalmente de traer, de su propia casa, un almuerzo para Dolores, ya que, por la situación en la que se encontraba Dolores no se podía permitir llevar un gran almuerzo al colegio y esta profesora estaba al tanto de todo y se involucró en su vida.

Aunque esta experiencia duro poco tiempo debido a que la madre de Dolores murió y ella tuvo que quistarse del colegio con esa tierna edad, ella recuerda esa breve experiencia como algo que marcó en  su corazón, al ver el interés, no académico, que tuvieron hacia ella sin apenas conocerla. En su corazón aún sigue agradecida.

Rut Pedroche Antón
1º de Pedagogía: Hitoria de la educación

lunes, 25 de abril de 2011

La Escuela De La Post-Guerra


Acabada la Guerra Civil Española (1936-1939), España estaba sumida en la más mísera pobreza y, el malestar social junto a la fuerte represión, era constante durante todo el periodo del Franquismo.

Muchos españoles por ejemplo, tras esta cruenta guerra fratricida, fueron obligados a entregar todo el dinero republicano que habían ganado honradamente, con mucho esfuerzo y sudor, y esto, supuso entregar los ahorros de toda una vida a cambio de nada
El relato que voy a contarle sucede en la España de la postguerra, hacia el 1944. En esta época dominaba la dictadura de Francisco Franco Bahamonde.
 Mi abuelo Joaquín Díaz Fernández nació y vive en Almuñécar (Granada) un pueblo de la costa granadina, en cuyas sierras se libraron muchas disputas durante la guerra.
Mi abuelo en aquel entonces fue un afortunado ya que en aquella época  no estudiaba mucha gente. Decir que en su familia eran 4 hermanos en aquella época siendo él, el mayor   y que la última en nacer fue su hermana Blanca cuando tenía ya 19 años.
Más o menos vamos hacer un repaso de su vida académica y a contar algunas de las anécdotas y características de la escuela que él vivió.
Él empezó a estudiar con unos 6 años en la escuela pública de Almuñécar, siendo esta la única que había en todo el municipio. Cuenta que había 6 niveles llamados de la siguiente forma; 1ª Cartilla, 2ª Cartilla, 3ª Cartilla, Libro 1, Libro 2, Libro 3.
En la escuela había unos 40 niños por clase, con un solo maestro para estos. Todos los niveles estaban mezclados. Los niños correspondientes a los primeros niveles Cartilla 1,2,3 se situaban al final de la clase sentados en mesas y los mayores o de mejor nivel se situaban en las primeras filas sentados en pupitres.
Todos los días en cuanto entraban a clase tenía que rezar. El profesor si situaba en una tarima para dar la clase, pero se acercaba a los niños cada vez que estos precisaban de su ayuda.
Su profesor se llamaba Don Miguel, era una persona muy bromista que siempre estaba contando chiste y cachondeándose de los niños.
En aquellos tiempos cuando tenías un mal comportamiento los profesores solía darte un tortazo en el culo, con la regla en la mano; pero Don Miguel no te daba con nada de esto, él tenía un trozo de correa de cuero y era con esta con la que le daba a los niños.
Según mi abuelo él siempre se comportaba muy bien, pero un día el profesor le regaño y le dijo que pusiera la mano. Él con todo el miedo, la puso y Don Miguel tomó impulso para darle con la correa pero cuando mi abuelo cerró los ojos el maestro amago y no le dio.
Seguidamente soltaba carcajadas de ver la cara que se le quedaba a los niños cuando iban a recibir el correazo. La verdad es que según cuenta mi abuelo este maestro era muy bueno y no solía pegar a los niños muy asiduamente.
Cuando terminó la 3ª Cartilla el padre de mi abuelo, mi bisabuelo le dijo que tenía que empezar a trabajar en el negocio familiar; que era una panadería.
Con nueve años se puso a trabajar por la noche y por la mañana. Con el sueldo que le daba el padre continuó yendo a la escuela privada, a la que asistía por la tarde. El tiempo que iba a esta ya era menor siendo 2 o 3 horas diarias.
En la escuela privada asistía el solo y continuaba con el Libro 1,2,3 y posteriormente le preparaban para las pruebas de acceso a bachiller. Cuenta mi abuelo que las clases le costaban 1 peseta al mes.
Había un gran cambio de asistir a la escuela pública a la escuela privada ya que en la escuela privada le trataba n con más cariño, era menos rigurosa y jamás pegaban a nadie.
Según cuenta fue un gran estudiante, pero justo cuando le dieron una plaza en el bachiller en Granada, su padre le dijo que no podía irse a estudiar fuera ya que tenía que trabajar y además no merecía la pena estudiar. Su padre le decía que si es que él quería ser un chupatintas (refiriéndose a las personas que estudiaban), que esos no ganaban casi nada que se quedara en el negocio familiar que con suerte iba a ganar mucho más.
Mi abuelo no discutió ni replicó por el enorme respeto que le tenía a su padre, pero él cuenta que se quedó con todas las ganas de seguir estudiando.
Como anécdota, cuenta que en el tiempo en que estuvo en la escuela pública, su maestro Don Miguel le mandaba a él y a su amigo durante el recreo a coger higos a una higuera que había en el huerto del colegio.
Mientras que iban cogiendo higos, alguno que otro se comían. El maestro muy astuto les decía continuamente; ¡Cantad niños, cantad! para que estos no comiesen ningún higo. Normalmente mi abuelo era el que se subía en la higuera a coger los higos más altos, cuando su amigo había cogido ya todos los de abajo el maestro se llevó todos los higos que había recogido. Mientras que mi abuelo cogía los últimos su amigo se dedicaba a decirle que le echara uno para comérselo, tantas veces se lo dijo que mi abuelo le tiro con un higo muy maduro en la cabeza y se lo espachurró en la cara.


Antonio Fº Diaz Prados

"un vistazo al pasado".. Antonio Aguilera.

La pequeña anécdota que voy a redactar se trata de la infancia de Antonio, un hombre de 67 años.
Su familia era de un pueblo de Córdoba y ni su hermana ni él iban a la escuela, cuando eran pequeños  (él tendría unos 7 años, por tanto corría el año 1951) su padre que llegaba cansadísimo de trabajar durante todo el día en el campo, por la noche después de cenar se ponía todos los días una hora con los dos para enseñarles a leer y escribir.
Antonio recuerda con cariño como su padre les ponía unas frases que tenían que repetir en un folio y unas pocas cuentas de sumar y restar, poco más ya que tampoco él sabía demasiado más.
Pocos años después cuando él cumplió los 10 años, se presentó a unas pruebas para entrar al bachillerato (que estaba bastante lejos de su pueblo)  y haciendo lo poco que sabía se compadecieron de él y le dieron una oportunidad, pero como él cuenta nostálgico, a lo que se dedicó fue a irse con los amigos que hizo en clase a robar peras y naranjas que se comían a la vuelta de la esquina.
Entonces desde el ayuntamiento de Córdoba capital, se dedicaron a crear pequeños colegios en las zonas más pobres, eran colegios en los que había niños y jóvenes de todas las edades mezclados: la profesora enseñaba a los más necesitados, los jóvenes enseñaban a los más pequeños pero como Antonio dice: SIEMPRE los tenían haciendo cosas.
Recuerda cómo admiraba a aquella profesora que lo daba todo por sus alumnos, que se preocupaba por ellos y que no descansaba nunca ya que por la mañana atendía en el colegio a los niños y jóvenes, por la tarde a las personas mayores y por la noche a los hombres que trabajan durante todo el día y que querían estudiar.
Antonio dice que ella era un ejemplo a seguir y que siempre quiso ser como ella y ayudar a la gente.


sábado, 23 de abril de 2011

La historia de mi padre en el colegio


La anécdota que quiero contar le paso a mi padre, fue en el año 1970 mi padre tenía  10 años y el contexto político en el que se encontraba era en el gobierno aun de Franco. El estaba en una clase de Matemáticas, el  profesor era muy rígido y lo castigaba con mucha frecuencia ya que él era el más travieso de su clase y siempre estaba pensando en las travesuras que quería hacer en vez de prestar atención. En esa clase mi padre dijo la palabra ´´coño´´ cuando hablaba en voz baja con su amigo y el profesor lo escuchó y le dio un reglazo en la mano y le puso mil copias. Mi padre se tiró ese día desde las 4 de la tarde hasta bien entrada la madrugada de la noche haciendo copias ya que con el dolor en la mano le costaba más hacerla. Al día siguiente mientras él jugaba en el recreo fue a beber agua a la fuente y estaba el profesor hablando con otro mientras vigilaban el recreo y dio la casualidad de que dijo la palabra ´´coño´´ y mi padre lo escuchó. Cuando entraron a clase entro el profesor y mi padre puso en la pizarra esa palabra. El profesor al entrar vio la palabra y llamó a mi padre sin preguntar quién había sido. Este fue a darle con la regla y el quito las manos y le dijo hoy te he escuchado decir esa palabra en el recreo. Este al sentirse humillado le dio con la regla en la boca y consiguió arrancarle un paletón.
Mi padre se acuerda de este día porque el paletón nuevo le salió daleado y hoy todavía lo conserva.

jueves, 21 de abril de 2011

Una infancia dificil pero feliz

Antonia es una mujer de 87 años, nacida en 1924 coincidiendo con la Dictadura de Primo de Rivera. Tenía 5 hermanas más, y ella era la 2º mayor.
Antonia iba a una escuela de monjas en Churriana, en la que durante la mañana daban clase de aritmética, gramática, física y química e historia y geografía. Una vez terminada las clases iban a rezar a la capilla que estaba situada justa al lado del colegio y por la tarde volvían a la escuela para dar clase de confección.
Años más tarde comenzó la Guerra Civil Española, por lo que tuvo que dejar la escuela durante el transcurso de esta.
Cuando la guerra finalizó, Antonia volvió a la escuela y, a pesar de que a ella le encantaba asistir no lo podía hacer siempre, pues tenía que ayudar al padre en la huerta si era necesario. Ahora la escuela era más accesible para todo el mundo.
Antonia recuerda con cariño e ilusión como su madre la acompañaba a ella y un grupo de niñas hasta la esquina de la escuela para que no se quedasen fuera. También recuerda como un día, en clase de confección, la profesora le preguntó si sabía hacer un doble bordado. Ella, que era muy orgullosa, dijo que sí pero en realidad era la primera vez que escuchaba esa palabra, y la profesora le mandó que hiciera uno. Como no sabía, miraba de reojo a la compañera que tenía al lado, que estaba realizando uno, y a base de mirar e imitar lo que la compañera hacía, aprendió a realizarlo.



                                                                                      Beatriz Campos Moreno.
                                                                                      Grado Pedagogía, B.
                                                                                      Curso 2010/2011

miércoles, 20 de abril de 2011

Cambiar la escuela por trabajo

Corrían los años 40, entre 1942 y 1944 fue el tiempo que mi abuela, Vicenta, asistía al colegio, entre los 6 y los 8 años.                                                                          
Vivía en su pueblo natal, ahora el mío también, Setenil de las Bodegas, un pequeño pueblo de la sierra de Cádiz, en el cual parecía gobernar la izquierda, recuerda mi abuela. Aunque en aquellos tiempos no sabían mucho de política, los niños al menos, ya que estaba casi prohibido hablar de ello. En cuanto a España, era gobernada por la falange de Franco.
Su situación familiar no era muy fácil, ya que su padre tuvo que irse de España a Francia, por motivos políticos, cuando ella tenía sólo 2 años y no volvió a verlo más. Pero tuvo la oportunidad de ir a una pequeña escuela pública del pueblo, con 6 años, aunque, por aquel entonces, no era obligatorio asistir a la escuela.                                
Los niños y las niñas estudiaban en clases aparte, con una maestra para las niñas y un maestro para los niños. Iban tanto por la mañana como por la tarde. En su clase había niñas de todas las edades y la maestra daba a cada una la “cartilla” correspondiente a su nivel, además tenían unas pizarras pequeñas en las que la maestra les ponía ejercicios que ellas realizaban. Aprendían a leer, escribir y hacer cuentas.
Cuenta que la maestra sí les pegaba con la regla cuando hacían algo mal, pero que a ella no tuvieron que pegarle nunca. Su maestra si tenía algo parecido a una carrera de magisterio, pero que el maestro de los niños no, sólo era un hombre que sabía leer, escribir y algo de números.
Con poco menos de 8 años, también asistía a una especie de clases particulares, con una maestra o maestro de pago, con los que realizaba ejercicios en la pizarra.
Cuando ya tenía 8 años y sabiendo leer, escribir y hacer cuentas, tuvo que dejar de ir al colegio y de asistir a las clases, tenía que ponerse a trabajar, ya que, como se ha comentado anteriormente, sólo tenía a su madre para traer comida a casa, por lo que ella y su hermana, algo mayor, tuvieron que ponerse a trabajar por necesidad, terminándose, a sus 8 años, su etapa educativa en la escuela.

LAURA GARCÍA GONZÁLEZ
Setenil de las Bodegas (Cádiz)

martes, 19 de abril de 2011

Echando la vista atrás

Me voy a situar en la comunidad de Galicia, en la provincia de Pontevedra. Entre los años 1918 y 1923, es cuándo mi abuelo recibió su educación escolar. En esos momentos se vivía una crisis de la restauración. El período se inicia en 1902, con el ascenso al trono de Alfonso XIII, y concluye en 1923, con el establecimiento de la dictadura de Primo de Rivera, se determinó por una permanente crisis política. En aquella época la escolarización se iniciaba a los 6 años y se terminaba a los 12 años. La legislación vigente era la Primera Enseñanza. Consistía en 1er grado, 2o grado y 3er grado. Una vez finalizada esa formación básica había la posibilidad de hacer bachiller inferior y bachiller superior. Por último existía la opción de hacer una carrera. El relato de lo que me ha transmitido mi padre sobre lo que le contaba mi abuelo, es que tenía que andar cerca de una hora, hiciera sol, viento o estuviera lloviendo, para llegar a la escuela y lo mismo para volver a casa. Tenía muy buen recuerdo de su maestro, por lo visto era muy bueno, dentro del contexto de aquella época, claro está. No se dividía los cursos por edad, se iba avanzando de grado a medida que se iban alcanzando los conocimientos necesarios para superar dicho grado. Los alumnos de los tres grados se encontraban en la misma clase. Las materias comunes en las que más se centraban era matemáticas historia y geografía. Los castigos eran físicos y no sólo se aplicaban por no haber hecho los deberes o por no saber lo que te preguntaba en ese momento el maestro; también trataban de disciplinar, es decir, tenían que tratar al maestro de Don, no podían juntarse con las niñas ni en la hora de recreo... Uno de los castigos que sufrían era que por ejemplo tenían que andar de rodillas con arena en ellas o les pegaban con una vara. Otra curiosidad y a la vez evidente, es que los niños eran enseñados por un maestro y las niñas por una maestra. Mi abuelo sólo hizo la enseñanza básica. Otro aspecto en el que insistía por tratarse de aquellos tiempos, es que cuando llegaba de la escuela tenía que ir a por agua a la fuente para poder lavarse, beber ellos y los animales, dar de comer a las vacas... ayudar en todo lo que se les requiriera en casa. Supongo que lo que quería transmitir, que fue una infancia muy dura, aunque muchas épocas de su vida no lo fueron menos, igual que me puede decir ahora mi padre de lo que él mismo vivió y que de esta manera valoremos lo que tenemos. Yo incluso diría más, que gracias a ellos hemos evolucionado y en el día de hoy podemos disfrutar de privilegios por los que se han conseguido a base de luchar.

La historia de la educación en tiempos de guerra, hambre y miseria.

Rafaela nació  el día 18 de febrero de 1917, hace noventa y cuatro años. Tuvo veintiún hermanos pero poco a poco, entre abortos y niños vivos, acabaron quedando siete hermanas, de las cuales, hoy en día sólo quedan cuatro.
Comenzó a ir al colegio en 1921, con cuatro años. Actualmente no recuerda muy bien cómo eran las clases en la época en la que estudió pero sí conmemora que cada uno de los alumnos debía llevarse su silla al aula para poder sentarse. Allí aprendían los inicios de la lectura y escritura con la 1º, 2º y 3º cartilla que les daban en clase. Después de las cartillas venían los libros de texto, los que sus hermanas y muchos de sus compañeros no llegaron a conocer puesto que no había dinero para poder conseguirlos. En aquellos tiempos, a diferencia de hoy, sólo estudiaba el que tenía dinero y podía permitírselo. Fue ella la única que consiguió uno de estos libros, conocido como raya segunda, por un sorteo que hizo su profesora. Con cinco años aprendió una fábula que esta les encomendó a ella y a los demás alumnos, sin apenas saber leer ni escribir, y de la cual aún se acuerda. Así consiguió el libro. De poco le sirvió aquello puesto que su madre no la dejó ir más al colegio,  ya que ella necesitaba ayuda en las tareas de la casa. Así que en 1922 dejó la escuela para trabajar. Eran nueve personas en la familia y con dos sueldos escasos no podían subsistir. Cuenta, junto a una de sus hermanas que estudios académicos no les pudo dar su madre, pero una gran educación sí que no nos faltó. Siempre han vivido en una familia basada en el respeto, la obediencia, el cariño y en los buenos modales, contando también con unos grandes valores.
Empezó a trabajar con seis años, en 1923. Comenzó ayudando con la limpieza de casa, con las tareas domesticas, y obedeciendo a todas las peticiones de sus padres. A los nueve años, en 1926, ya empezó a ir al río a lavar o amasar grandes toneladas de pan. El trabajo hizo que Rafaela sólo tuviese cabeza para sus compromisos laborales y se alejara en aquel momento de la posibilidad de volver a reanudar sus estudios.
En 1936, cuando Rafaela tenía diecinueve años, comenzó la Guerra Civil, y ella junto a sus hermanas y sus padres tuvieron que marcharse andado desde Ardales hacia Turón, donde la se refugiaron en casa de unos familiares. Más adelante tuvieron que marcharse de nuevo a pie a una casa en el campo lejos de su anterior refugio para permanecer a salvo de la guerra, que aún no cesaba. Durante los tres años que duró esta, sólo trabajaban para poder vivir y la escuela pasó al olvido. Cuando las fuerzas llegaron, volvieron al pueblo. La guerra acabó en 1939, ella tenía veintiún años y con ellos ya había perdido la oportunidad de volver a la escuela. Algunas de sus hermanas volvieron a reanudar su ida al colegio, puesto que todas eran mucho menores, pero esta vuelta duró apenas tres años, ya que debían ayudar en casa. Su madre estaba enferma y no podía llevar sola una familia tan grande adelante, contando también con que la guerra había traído con su fin mucha hambre y miseria. Desde 1922 no volvió a pisar el colegio y dedicó su vida al trabajo, aunque sí que aprendió a leer por su cuenta y puso en ello un gran empeño. Le encantaba encontrarse al andar por las calles de su pueblo algún recorte de periódico para poder leerlo. Su padre, en alguna ocasión puntual le compraba alguna revista o algún tebeo porque le encantaba oír narrar a su hija cualquier relato. Siempre le dijo que ella podría haber sido una buena locutora. Comenzó también a leer novelas de varios tomos, de las cuales aún se acuerda y recuerda con exactitud sus rótulos.
Una de sus hermanas pequeñas, Estrella, también ha querido aportar a este trabajo la educación que ella tuvo en su niñez.
Estrella nació en Septiembre de 1930, actualmente tiene ochenta años. Comenzó a ir al colegio en 1934, con la misma edad que su hermana mayor. Pero a la edad de seis años tuvo que partir con la familia hacia Turón, como anteriormente ha aportado su hermana. Estrella, tras la guerra, con nueve años, en 1939, volvió a reanudar su marcha a la escuela pero tuvo que dejar los estudios con la edad de doce años, en 1942, para colaborar en la labor familiar. Durante esta época estudiaban lo que el régimen vigente les imponía: no había colegios mixtos y los niños estudiaban en centros diferentes a los de las niñas, se les obligaba a cantar Cara al Sol al comenzar las clases en el patio del recreo, entre otras acciones que ya no recuerda bien.
Ambas hermanas están de acuerdo, que aunque no hayan podido obtener en el colegio muchos conocimientos matemáticos o lingüísticos, debido a la escasez de dinero y los sucesos  catastróficos que vivieron, sus padres le han otorgado mucha educación, y dentro de lo mal que lo pasaron durante la Guerra Civil, la familia siempre ha estado unida. Además, Rafaela, sin haber tenido ningún estudio previo, exceptuando el primer año de colegio de infantil, hoy recita cientos de poesías creadas por ella y grabadas en su cabeza, puesto que es ciega desde muchos años atrás.
El contexto social en que vivieron Rafaela y Estrella era un contexto de pobreza, y la clase social solía ser media y baja. Un pequeño porcentaje con algo más de dinero eran sólo quien podía permitirse la educación escolar.
En cuanto al contexto político, Rafaela nació en 1917, durante la descomposición del sistema de la Restauración, es decir, durante la crisis de 1917. También vivió la Dictadura de Primo de Rivera de 1923 a 1930, la Segunda República, la Guerra Civil y el Franquismo, así como ahora vive la democracia. Estrella nació en el año de comienzo de la Dictadura de Primo de Rivera y hasta hoy ha vivido las mismas etapas que su hermana.
La faceta educativa escolar de Rafaela se centra en la crisis que tiene comienzo en 1917 y deja los estudios un año antes de la Dictadura de Primo de Rivera. Y Estrella estuvo en el centro escolar durante la Segunda República y después un par de años en el Franquismo.
Aquí dejo un par de vídeos de Rafaela, que pueden encontrar en YouTube, para que puedan tener el honor de oír recitar algunas de sus poesías.
Personalmente, estoy orgullosa de conocer y llevar la sangre de esta gran mujer, que a su elevada edad, aún sigue trabajando con su mente creando poesías y otorgándonos el privilegio de poder oírlas y disfrutar de ellas.

  
  Ana Muñoz Ortega

Educar en otra época

Narración de un hecho histórico.
Mario nació en Málaga, en el año 1937, en plena guerra civil española, hijo de militar, no le quedó otra, tuvo que estudiar pues es lo que su padre quería y su familia se lo podía permitir, no sólo él por ser el único hijo varón, sino que sus tres hermanas también lo tuvieron que hacer. En 1943  entró en el colegio de la Goleta, era un niño al que no le gustaba estudiar y las monjas le recriminaban por ello; al ser hijo de militar estaba bien mirado, esto no ocurría con otros a los que a veces les llamaban “rojos”. Cuando su padre llegaba de las milicias se informaba de todo lo que había hecho en el colegio y claro está, las monjas le contaban lo que no hacía, esto determinó que su padre lo despegara de las faldas de su madre, ya que él estaba muy protegido por  ella y decidió mandarlo a Madrid,  interno, con los hermanos Maristas.
En el año 47 los métodos de enseñanza (Ley Moyano 1.857) se centraban en la instrucción, predominaba el autoritarismo, el castigo físico y la intervención de la iglesia, patrones que seguían con la dictadura de aquel momento; él cuenta que su experiencia con los curas no le gustó en absoluto e insiste que no fue un niño muy revoltoso porque había aprendido lo que pasaba cuando no estudiabas o cometías un error, así que solía ser bueno delante de ellos.
Su trauma fue la separación física de su madre, eso le dolía y recuerda que llegó a odiar a su progenitor y también le marcó el estudiar con el clero, tanto que ninguno de sus hijos han estudiado en colegios religiosos. El odio por su padre fue disminuyendo conforme iba creciendo hasta convertirse en admiración, comprendió que si su padre no hubiera hecho nada al respecto no hubiera llegado a ser una persona con criterios, valores y conocimientos.
El padre de Mario murió en 1948, pero él siguió estudiando hasta los 18 años, igual que sus hermanas, luego prestaría servicio militar y se quedaría para hacer la misma carrera; dejó la carrera militar teniendo el grado de teniente, entendiendo que éste no era su camino aunque hubiera sido el de su padre, siguió siendo funcionario pero de otra índole. En la actualidad Mario tiene 74 años y está bien, aunque puntualiza que  la enseñanza de antes no era la más adecuada pero considera que la de hoy no es mejor, porque antes había respeto hacia los docentes y hoy es inexistente.

domingo, 17 de abril de 2011

La historia de mi Madre…


Mi madre se llama Aurelia, nació el 10 de Febrero de 1943, vivía en el campo en una zona llamada La Vega la Rata, en Málaga.
 Su familia era de clase media pobre, su padre lucho en la Guerra Civil de España en el bando de la derecha, defendiendo a Franco.
Antes de ir a la escuela, mi madre aprendió algunas letras y a leer en su casa, le enseñaba su padre, ya que su madre ni sabía leer ni escribir.
Mi madre comenzó a ir a la escuela con siete años, iba todos los días al colegio andando, para llegar debía de cruzar un rio, que cuando era invierno y llovía mucho, el rio crecía y tenía que llevarla su padre en un burro.
Su escuela estaba en una finca, donde había una casa, dentro de la casa había un salón grande, donde había unos dieciséis pupitres con sus respectivas bancas, también había una pizarra y encima de ella, como en todas las escuelas de esa época un crucifijo y la foto de Franco. En cada pupitre tenían un pizarrín individual, un lápiz, y un tintero con una pluma.
En su clase eran unos veinte niños, de todas las edades estaban todos en la misma aula, el horario de la escuela era de diez de la mañana a una y media de la tarde. La profesora era una mujer mayor (según mi madre mocita vieja) que se llamaba Ana Reyes, no solía castigar a los niños pero si hablaban mucho en clase,  se reían o se peleaban los castigaba dándoles con una regla en las manos o los ponía de rodillas en una esquina de la clase mirando hacia la pared, a veces hasta más de veinte minutos. Esta profesora estaba pagada por Franco, pero los niños también les llevaban trigo, hortalizas, maíz etc. Esa era la forma en la que los padres recompensaban a esta señora por la educación que allí recibían sus hijos.
 Al empezar la clase, me cuenta mi madre que al menos una hora la dedicaban a rezar, primero tres Ave María y tres Padres Nuestros seguidos de un Salve etc. Mi madre tuvo que aprender rápido todos los rezos ya que ese mismo año que entró a la escuela hacia la comunión. Después de rezar le enseñaban a hacer cuentas (sumar, restar y multiplicar), y hacían un dictado. Cuando terminaban, llegaba el recreo que tenían una hora, salían fuera de la clase donde tenía un espacioso terreno lleno de olivos, donde jugaban al piso, a la comba, al pilla-pilla…
Después de jugar volvían a clase y comenzaban con la lectura primero les enseñaban a leer con la cartilla, cuando ya leían mejor, pasaban al catón y finalmente leían el manuscrito (que según mi madre era un libro de bastantes paginas escrito a mano que contaba historia), y también enciclopedias.
Cuando salía de la escuela iba a su casa, a veces le mandaban deberes, aun que no le gustaba mucho hacerlos, pero si tenía los hacía, después jugaba un rato y se iba a trabajar con su padre ya que tenían una finca muy grande con muchos animales y muchos huertos en los que ella también tenía que trabajar y colaborar.
A los once años mi madre dejo de ir a la escuela y su padre le puso a un profesor Vicente que venía a su casa dos veces en semana, para seguir practicando lo que había aprendido en la escuela, su padre le pagaba a este profesor dándole patatas, pan, también le daba de comer y un poco de dinero.
Por lo que me cuenta, ninguno de sus profesores hablo con sus padres para comunicarles cómo iba en la escuela, si aprendía más rápido o más lento, si le costaba sino le costaba aprender etc. Lo que hoy  día se hace en todas los colegios.
Y bueno hasta los trece años esa es la educación que recibió mi madre, después a lo único que se dedico fue a trabajar y seguir trabajando.
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